OPINIÓN: Para combatir al terrorismo, no hay que encerrar a las niñas valientes
Nota del editor: Jill Filipovic es periodista y trabaja en Nueva York y en Nairobi, Kenia. Escribió el libro The H-Spot: The Feminist Pursuit of Happiness. Síguela en Twitter . Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.
(CNN) — Tras el atentado terrorista que cobró la vida de 22 personas y dejó montones de heridos, en un concierto de Ariana Grande en Manchester, Reino Unido, la cantante suspendió su gira Dangerous Woman y tuiteó que está desconsolada y lo lamenta. Se ha dicho que muchas de las víctimas son niños, adolescentes y sus padres, el sector demográfico que asiste a los conciertos de Ariana Grande.
Se suele menospreciar a la cultura de las adolescentes y ese menosprecio (que en algunos casos puede llegar a la burla) persistía en ciertos ámbitos, a pesar de que los trabajadores de los servicios de emergencia seguían recogiendo partes de los cuerpos ensangrentados de adolescentes.
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Lo que pasó el lunes fue horrible, pero fue un acto desagradable cuya intención fue hacernos temer y reaccionar. No fue coincidencia que atacaran a jovencitas. Aunque nos burlemos de ellas, también las consideramos particularmente vulnerables y solemos darles menos libertades que a sus hermanos.
Este ataque, al igual que muchos otros atentados terroristas en Europa , estuvo dirigido justo a lo que los fanáticos religiosos oscurantistas de ISIS (que ya se atribuyó el atentado) odian: la rebeldía, la música, la expresión cultural y creativa, la diversión, la libertad.
En este caso, específicamente, la libertad de las adolescentes de salir a bailar, a escuchar a una joven artista que le canta un tanto veladamente al sexo en una gira que en su nombre rinde homenaje a su dinámica de estrella de Disney convertida en mujer: Dangerous Woman.
Tal vez este haya sido el primer concierto de muchas de las asistentes, un rito iniciático que debería haber sido memorable por haber sido embriagador y libre, no por haber quedado atrapadas en un horrible asesinato en masa, perpetrado por hombres que quieren llevar al mundo al pasado y mantener a las adolescentes (y a todas las mujeres) enclaustradas y calladas.
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En el caso de los varones jóvenes, el contacto con el arte, la música y la creatividad se da por sentado y sus gustos se respetan en gran medida: nadie se burló del grupo Eagles of Death Metal cuando un terrorista mató a tiros a 89 personas en uno de sus conciertos en París. No hay un equivalente masculino de la "fanática adolescente", no hay una palabra específica de escarnio para lo que se percibe como una obsesión musical más masculina.
Según el imaginario popular, las adolescentes son bobas y torpes, pero también son amenazadoras. Nos burlamos de su locura por los chicos y de cómo hablan con un acento extraño. Los administradores de las escuelas buscan en su forma de vestir una provocación aparentemente sexual.
A los activistas les encanta hablar de "empoderar" a las niñas, pero solo si esas niñas se quedan calladas y obedecen; la defensa de las niñas mengua cuando llegan a la caótica adolescencia: cuando transitan el precipicio que divide a la dulzura infantil de la sexualidad femenina, cuando exigen más dominio de su cuerpo y sus ideas, cuando corren riesgos e insinúan que tienen sus propios deseos y aspiraciones, incluso sexuales.
nullEn realidad, las adolescentes son maravillosas. Las investigaciones muestran que son más empáticas que los muchachos. Cierto, pasan mucho tiempo en las redes sociales o jugando con sus smartphones, pero eso también se relaciona con una mayor consciencia política.
Cuando las adolescentes crezcan y vayan a la universidad, es muy probable que se consideren feministas . Muchas también dedican parte de su tiempo en la red a escribir sobre justicia social y política, a compartir sus obras artísticas y creativas y a usar las redes sociales para entrar en contacto con otras chicas que tengan los mismos intereses y pasiones.
Las revistas que desde hace mucho son populares entre las adolescentes, tales como Teen Vogue y Cosmopolitan (yo escribo para esta última) suelen ser explícitamente políticas, no solo porque los adultos que están a cargo creen que es importante, sino porque es lo que las adolescentes quieren.
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Aunque la gente suele burlarse de las adolescentes por sus gustos, la historia demuestra que son muy buenas para imponer modas: después de todo, fueron las adolescentes las que llenaron los auditorios para ver a Elvis, a los Beatles, a Madonna, a George Michael, a Prince e incluso a Nirvana y a Bikini Kill.
Era fácil burlarse de las bandas de adolescentes, tales como NSync; era más difícil negar que un solista como Justin Timberlake tenía un talento que muchos subestimamos (si quieren un ejemplo más contemporáneo, tenemos a Harry Styles). También es difícil negar que lo que están escuchando en estos días será el futuro de la música popular.
Es difícil exagerar lo maravilloso que es esto: en un mundo que trata a las adolescentes como objetos sexuales un tanto molestos, las mismas adolescentes han creado espacios para expresarse, en donde lo que nadie se burla ni critica lo que les gusta, sino que lo celebran y lo aceptan. Particularmente en el caso de las adolescentes más jóvenes, uno de esos espacios es un concierto de Ariana Grande.
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En vez de hacer chistes estúpidos y crueles a sus costillas o a expensas de sus ídolos, deberíamos celebrarlas y celebrar las increíbles subculturas que crean y sostienen. Cuando estamos asustados, como lo estamos casi todos, es fácil cerrarse, mantener muy cerca a nuestras niñas, tratar de protegerlas manteniéndolas un poco más confinadas, reduciendo un poco su libertad.
No lo hagan. Mejor llévenlas a su concierto favorito.
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