OPINIÓN: La sorprendente solidaridad que hace especial a México
Nota del editor: Susannah Rigg es escritora independiente y trabaja en la Ciudad de México. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autora.
(CNN) — Cuando empezó el temblor, estaba trabajando en la cafetería de una librería en la Roma Norte, un dinámico barrio de la Ciudad de México. Mientras trataba de salir del edificio, me caían libros de todas partes. He sentido otros terremotos en México, pero este se sintió muy diferente. Fue más intenso y más violento. El suelo se siguió sacudiendo por un rato después de que el temblor fuerte había pasado.
Ya afuera, temblando y asustada, noté que la gente corría a lo largo de la calle de al lado. Supuse que, al igual que yo, estaban huyendo del peligro. Más tarde, descubrí que corrían hacia él.
Un edificio se había derrumbado justo a la vuelta de donde me encontraba y todos corrían a ayudar. La ayuda siguió llegando durante la tarde y ya entrada la noche. Los vecinos llevaban palas y picos y formaban cadenas humanas para sacar escombros y para rescatar a la gente que estaba atrapada.
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Este despliegue de solidaridad es lo que para mí, define a México. Soy inmigrante británica y estoy sorprendida del compromiso de todos para ayudar en las labores de recuperación, aunque ello signifique la posibilidad de poner en riesgo su propia vida. Este compromiso reafirma mi decisión de vivir en este país desde hace siete años y la razón por la que me decidí a unirme a las labores de asistencia al día siguiente.
Había tratado de evaluar la situación a mi alrededor y de comunicarme con mis seres queridos. No tenía señal y no podía comunicarme con nadie, pero mi amigo Ricardo de los Ríos me encontró cerca de mi departamento. Nos consolamos mutuamente durante unos minutos y luego se fue en su bicicleta a unirse a un equipo de rescate en un edificio de departamentos que se derrumbó. Él y otros voluntarios trabajaron hasta la noche sacando escombros y recorriendo la extensa ciudad con suministros médicos para quienes más lo necesitaban. Alrededor de las 11 de la noche, unas nueve horas después de que el terremoto devastara la ciudad, me envió un mensaje para contarme que habían encontrado un sobreviviente. "Es desgarrador ver cosas cotidianas en los escombros", me dijo más tarde. "Vimos platos que no se habían roto, cuadernos de niños y una camisa de hombre".
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Conforme la energía eléctrica regresaba a diferentes horas de la noche y la gente abría su señal de internet para que los demás la usaran, en las redes sociales empezaron a llegar mensajes de víctimas atrapadas en varios lugares. Esta mañana, los vecinos, incluida yo, fuimos a esos lugares.
Antes de llegar, me detuve a comprar suministros médicos como vendas, jeringas y guantes, así como papel higiénico, toallas sanitarias y pañales porque, según nos dijeron, los necesitaban desesperadamente.
Cuando llegué al centro de acopio, cerca de un edificio derrumbado en la Roma Norte, ya había cientos de personas y conforme transcurría la mañana, llegaron más para ayudar. Algunos llevaban suministros, otros llegaban con cascos y chalecos fluorescentes, listos para ayudar a sacar escombros. Los voluntarios subieron miles de botellas de agua en camiones para repartirlas por toda la ciudad y para llevarlas al estado de Morelos, que también se vio muy afectado por el terremoto.
Fui a varios centros de acopio en el barrio para averiguar qué suministros necesitaban y difundí esa información en las redes sociales. Luego, regresé a la tienda de suministros médicos y les dejé una copia de la información. Me aseguraron que ayudarían a satisfacer todas las necesidades.
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Me detuve a restaurar mi nivel de azúcar y a refrescarme un poco. Compré un jugo de naranja fresco con un vendedor callejero. Empezamos a hablar de la solidaridad que se veía alrededor. "Los mexicanos comunes —dijo con orgullo— podemos no tener educación, pero cuando la gente está necesitada, ahí estamos".
Parece que esa solidaridad es exactamente lo que mantiene a México en pie. De hecho, de acuerdo con mis amigos, hay tanta gente ofreciéndose como voluntaria que, en ciertas partes, les están diciendo que ya no se necesita más ayuda, que en los diferentes sitios de recuperación ya tienen al personal de rescate necesario.
Es difícil saber lo que la ciudad y el país necesitarán en las próximas semanas o meses. Pero conforme vaya menguando la urgencia inmediata, los mexicanos tendrán que mantener este grado de solidaridad para ayudarse a superar el trauma físico y mental que ha causado este terremoto.
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