El Estado de México es la cuna de las fábricas de pirotecnia en el país. Con 754 talleres formales en 74 municipios mexiquenses, la pirotecnia se convierte en un pilar económico. No obstante, la sombra de los accidentes oscurece esta brillante tradición, pues datos de la consultora Midot revelan que la entidad lidera en accidentes pirotécnicos, al representar el 30% del total nacional.
Iraís Ortiz Salas, especialista en Ciencias en Salud Ocupacional, Seguridad e Higiene de la Secretaría del Trabajo, señala que de agosto a diciembre es la época de más alta demanda, pero también la de mayores incidentes, sobre todo en Tultepec y Zumpango, municipios que concentran la mayor parte del ciclo de fabricación de la pirotecnia.
“La pirotecnia, arraigada en festividades cívicas y religiosas, se convierte en un arte peligroso cuando la demanda se dispara. El artesano pirotécnico, envuelto en la rutina de su labor, minimiza los riesgos inherentes a su oficio, haciendo frente a peligros como quemaduras, mutilaciones, daños pulmonares y hasta la muerte”.
En este universo de luces y pólvora, la dualidad de la formalidad y la clandestinidad marca la pauta. Los 754 polvorines autorizados en el Estado de México siguen las reglas establecidas por la Ley de Armas de Fuego de 1972, regulada por la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).
Estos establecimientos generan sustento para al menos 140,000 familias mexiquenses. Mayormente compuestas por familiares, estas pequeñas empresas, en un 45% enfrentan desafíos considerables, ya que el 80% de ellas no supera los 10 empleados, según cifras de la Asociación de Pirotecnias de México (Apiromex).
Sin embargo, la otra cara de la moneda muestra talleres clandestinos, responsables del 40% de los incidentes por la falta de regulación y supervisión. La especialista consultada enfatiza la importancia de regularizar la industria y actualizar la ley para abordar aspectos cruciales como el uso, almacenamiento y distribución de explosivos.
“En medio de la labor artesanal y manual, donde la manipulación de materias primas y productos expone a los trabajadores a explosiones e incendios, la seguridad debe ser prioritaria. La profesionalización de los trabajadores se convierte en un imperativo para garantizar condiciones justas y la producción de pirotecnia de calidad”, dice.
De acuerdo con datos del Instituto Mexiquense de la Pirotecnia (Imepi), quien se encarga de capacitar a los artesanos pirotécnicos, son siete los municipios que encabezan la lista de presencia de fábricas de pirotecnia: Tultepec, Almoloya de Juárez, Amecameca, Axapusco, Ozumba, Texcoco y Zumpango.
Un pilar económico
Tultepec cuenta con 80% de toda la producción de fuegos artificiales en México, unos 300 permisos entre productores, comerciantes y transportistas y 65% de la población municipal involucrada en la producción de juegos artificiales.
El rango salarial varía, según el tipo de pirotecnia. Hay talleres que se dedican a los castillos, otros a los silbatos o a los piromusicales; “el mejor pagado, sin duda, debe ser este el piromusical para eventos o el de los castillos que vemos en las ferias de pueblo”.
En el trasfondo de esta industria, un análisis del 2022 realizado por Midot revela que el 50% de las personas involucradas en esta industria tienen una alta tendencia a accidentarse. El factor humano, desde la personalidad hasta la sensibilidad al riesgo, se convierte en un elemento fundamental para predecir accidentes.
Para Ortiz Salas, la industria de la pirotecnia enfrenta tres retos específicos. Desde la parte normativa, la regulación debe fortalecerse, involucrando a diferentes entidades como la Secretaría del Trabajo, a fin de que haya un enfoque mucho más amplio al cuidado del factor humano dentro de los polvorines.
El segundo está en la necesidad de romper la barrera cultural que existe en torno a esta labor y sensibilizar a los mismos artesanos sobre los riesgos específicos a los que se enfrentan, “pues cuando ocurre un accidente es cuando la gente externa quiere clausurar los talleres. En consecuencia, los artesanos prefieren cerrarse un poquito a la ayuda que pueden recibir para profesionalizar aún más su trabajo”, dice Ortiz Salas.
Y el tercero está relacionado con quienes consumen la pirotecnia. No verla como un juguete, sino sensibilizar para que se cumplan las medidas de seguridad al usarla; que haya más difusión, más campañas para prevención de riesgos y cuidado de los animales que son sensibles al ruido que genera la pirotecnia, ya que el 13% de los accidentes reportados ocurren en casa habitación y el 11% en eventos masivos.
La especialista concluye que la industria pirotécnica representa más que una fuente de ingresos; es una herencia cultural que ha perdurado a lo largo de los años. Pero los desafíos son evidentes, y la seguridad es clave para preservar esta tradición. “Desde la regulación hasta la sensibilización, cada paso cuenta en un camino que busca equilibrar el resplandor de los fuegos artificiales con la seguridad de quienes dan vida a este arte explosivo”.