“Una cosa que a veces digo de broma es que puedes agarrar el currículum de tu jefe y enviarlo a los cazatalentos. Quizá consiga trabajo en otro sitio y exportas el problema. O tal vez puedas encontrar a un aliado en la organización con quien te sientas seguro para hablar y que esta persona después hable con tu jefe. En otras palabras, intervenir indirectamente”, dijo Goleman durante una presentación de su nuevo libro Optimal.
En parte, su experiencia de vida y manejo de las emociones lo llevaron a escribir su bestseller Inteligencia Emocional, un tema que acuñó y que encajó –y sigue encajando- perfectamente en un mercado laboral con dolencias marcadas por malos liderazgos.
Según datos de Computrabajo, el 43% de las personas ha renunciado a su empleo debido a un mal jefe. Esta es la principal razón para dejar un trabajo, incluso más que factores como el salario monetario y las oportunidades de crecimiento profesional.
¿Cómo aplicar la inteligencia emocional en el trabajo?
Daniel Goleman sostiene que la inteligencia emocional se compone de varias capacidades, agrupadas en cuatro dominios: autoconciencia, autogestión, empatía y habilidades sociales. Cada uno de estos dominios contiene competencias específicas que distinguen a los trabajadores y líderes excepcionales de los demás.
Aconseja que para gestionar eficazmente tu reacción emocional ante un jefe problemático, es crucial rendir al máximo incluso cuando tu superior carece de empatía y es propenso a enojarse y gritar. Aunque no puedas cambiar externamente la situación o deshacerte de ese jefe, sí puedes gestionarla internamente.
Pero rendir al máximo no significa cruzar la línea y llegar al agotamiento. Implica estar presente y enfocado. “El ritmo de hoy para cumplir crea estrés”, apunta. Es posible manejar una vida estresante con límites. Una forma de hacerlo es asegurarse de que el cuerpo tenga una fase de recuperación.
“El estrés constante roba energía de tu sistema inmunológico y cardiovascular, por lo que es esencial entrar en la fase de recuperación, conocida técnicamente como excitación parasimpática. Programar la recuperación es vital, aunque parezca una pérdida de tiempo. No lo es; en realidad, estás preparando tu cuerpo para enfrentar el próximo desafío”, señala.
La recuperación puede consistir en pasar tiempo con tus seres queridos, jugar con un niño o una mascota, dar un paseo por la naturaleza, meditar o hacer yoga. Lo que sea que funcione para ti, pero que no es sustituible ni negociable. Goleman enfatiza que es muy importante incluirlo en la agenda diaria y convertirlo en una prioridad. “Te harás un favor a ti mismo”, dice.
“Muchas empresas no escuchan a sus empleados debido al aumento de la competencia en diversos sectores. Los ejecutivos sienten la necesidad de exprimir más productividad de la misma fuerza laboral. Por eso es vital gestionar tu propia reacción emocional, asegurarte de descansar y recuperarte del estrés, y encontrar formas de alcanzar un estado óptimo de rendimiento. Una estrategia efectiva es concentrar toda tu atención en la tarea actual, lo cual siempre facilita el logro de ese estado óptimo”, explica.
A su parecer, es útil preguntarse: ¿Estoy rindiendo al máximo? ¿Disfruto lo que hago? ¿Estoy comprometido y concentrado en mi trabajo o estoy distraído? Goleman refiere que una investigación de Harvard indica que las personas se distraen aproximadamente el 50% del tiempo, y más aún en el trabajo.
El experto invita a los trabajadores a que evalúen la conexión con sus colegas y su salud física y mental. Dolores de cabeza, de espalda o de estómago pueden ser signos de estrés. “Si alcanzas un estado óptimo con mayor frecuencia, experimentarás menos problemas relacionados con el estrés”, puntualiza.
¿Y si me tocó ser el líder?
Para ser un mejor líder, Daniel Goleman destaca la importancia de la inteligencia emocional, que consta de cuatro partes clave. La tercera y cuarta están relacionadas con la empatía y la construcción de relaciones efectivas.
Goleman detalla que hay tres tipos de empatía fundamentales para un liderazgo eficaz. La primera es la empatía cognitiva, que consiste en entender cómo piensa la otra persona y usar el lenguaje adecuado para comunicarse eficazmente. La segunda es la empatía emocional, que implica sentir las emociones de la otra persona gracias a una conexión emocional invisible entre cerebros. La tercera es la preocupación empática, donde no solo se entiende y se siente lo que la otra persona experimenta, sino que también se muestra una verdadera preocupación por su bienestar. Este tipo de empatía es crucial porque crea confianza y conexión, lo que es esencial para resolver desacuerdos y mantener relaciones fuertes.
En el contexto del trabajo en equipo, la inteligencia emocional de grupo es igualmente importante. Esto implica que los miembros del equipo sean conscientes de las fortalezas y debilidades de cada uno, sean sinceros y confíen mutuamente. Un equipo emocionalmente inteligente maneja bien sus emociones, afronta y resuelve problemas juntos, y mantiene buenas relaciones tanto dentro del equipo como con otras partes de la organización.
Los mejores líderes, según Goleman, son aquellos que poseen una alta inteligencia emocional. Este tipo de inteligencia es dos veces más importante que el coeficiente intelectual (CI) en términos de liderazgo efectivo. Si bien el CI determina las capacidades cognitivas y el potencial profesional, es la inteligencia emocional la que permite manejarse a uno mismo, gestionar relaciones y empatizar con los demás, elementos imprescindibles para ser un líder excepcional.
La autogestión emocional es otra pieza clave del modelo de inteligencia emocional de Goleman. Conlleva minimizar la ansiedad y el enfado para que no interfieran con las tareas en cuestión, y organizar las emociones positivas, manteniendo una perspectiva optimista y centrada en los objetivos. En un estado emocional positivo y equilibrado, es posible asimilar y entender la información de manera óptima, lo que lleva a tomar mejores decisiones.
El perfeccionismo y la sobreexigencia, tus enemigos
Goleman asegura que el perfeccionismo y la sobreexigencia pueden llevar a conductas no saludables y obsesivas. Hay que diferenciar entre la búsqueda de la excelencia y el estado óptimo de rendimiento, que no es lo mismo que el perfeccionismo. El estado óptimo implica un alto rendimiento eficaz sin la necesidad de alcanzar la perfección.
“Los perfeccionistas tienden a tener un diálogo interno que se enfoca en lo que está mal y en lo que necesita mejorar. Funcionan al 120%, centrándose solo en los problemas y nunca en los éxitos. Este enfoque también se traslada a su estilo de liderazgo, donde solo ven los errores de los demás y no celebran los logros ni los puntos fuertes. Por eso, el perfeccionismo puede ser analizado desde la autoconciencia en la inteligencia emocional”, comentó.
Para combatir el perfeccionismo, Goleman comenta que es importante observar el diálogo interno. Si te enfocas solo en lo que has hecho mal o en lo que los demás han hecho mal, estás cayendo en el perfeccionismo, lo cual no es útil ni en el rendimiento personal ni en el liderazgo. Es esencial reconocer tus fortalezas y también aceptar que siempre hay espacio para mejorar, pero sin caer en la obsesión.
La autogestión también es fundamental. Cada tradición espiritual enseña algún tipo de autodisciplina, y esto incluye el control del comportamiento y el fomento de la empatía y la compasión. La empatía genuina conduce a la compasión, y gestionar bien tus propias emociones es crucial para poder ser empático sin sentirte abrumado por las emociones de los demás.
“Por ejemplo, un médico en urgencias necesita manejar sus emociones para poder ayudar eficazmente a pacientes que están en gran dolor. En el lugar de trabajo, la empatía y la capacidad de escuchar son esenciales para que las personas se sientan comprendidas y para construir relaciones fuertes, que son la base de la eficacia en cualquier entorno que implique relaciones humanas”, mencionó.
Otro punto que destacó el autor es que la decisión de ascender a alguien en una organización es compleja. A veces las promociones pueden basarse en la experiencia técnica, la antigüedad, el rendimiento individual o las palancas personales, pero todo líder debería formarse primero y desarrollar su inteligencia emocional porque “el liderazgo se trata de lograr que el trabajo se haga bien a través de otras personas, y para eso, las relaciones fuertes y la empatía son claves”, reiteró.
Goleman concluyó que para ser un líder eficaz, es importante encontrar un equilibrio entre el esfuerzo y la recuperación de su equipo, gestionar las propias emociones y fomentar relaciones sólidas y empáticas. La inteligencia emocional puede lograr esto, al tiempo que permite un rendimiento óptimo sin caer en el perfeccionismo destructivo.