Alejandro Paz, especialista en capital humano, explica que el 45% de quienes toman esta decisión lo hacen por motivos económicos. “Aunque muchos buscan complementar sus ingresos, hay quienes ven en un segundo empleo la posibilidad de crecimiento profesional o mayor autonomía laboral”.
El sector médico es un claro ejemplo. De acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), la medicina de especialidad es la carrera mejor pagada en México, pero los médicos suelen dividir su tiempo entre hospitales y consultorios privados. “Los recién egresados lo hacen para ganar experiencia, mientras que aquellos con una práctica establecida buscan ampliar su red de pacientes”, menciona Paz.
La flexibilidad laboral también es un imán. Cifras de la firma de nómina Deel indican que el 62% de los trabajadores en América Latina prefiere la independencia laboral. No tener un jefe, manejar sus propios horarios y trabajar en lo que realmente les apasiona es algo que muchos valoran más que la estabilidad de un solo empleo fijo. Sin embargo, hay un costo.
Mercedes de la Maza, CEO de Generation México, advierte que combinar dos empleos puede ser una receta para el agotamiento. “Lo he visto muchas veces. Los empleados empiezan con energía, pero conforme avanza el tiempo, el cansancio, el estrés y la falta de sueño pasan factura. El rendimiento baja, la concentración se pierde y, en el peor de los casos, terminan enfermándose o renunciando a uno de los dos trabajos”.
El impacto no es solo personal. Para las empresas, los empleados con doble jornada pueden representar un dilema. Mientras que el 56% de los trabajadores afirma que su empresa no les pone trabas para tener proyectos externos, el problema surge cuando la productividad cae. Un trabajador agotado no solo rinde menos, sino que también es más propenso a cometer errores, a faltar y, en muchos casos, a desmotivarse con su empleo principal.
La historia de quienes trabajan dobles turnos se repite con frecuencia. Otro conductor de Uber que me llevó al aeropuerto a las 4 de la mañana me contó que solo le quedaban dos horas más de trabajo y que había comenzado su turno a las 8 de la noche, después de su jornada en la oficina. No era algo excepcional; solía hacerlo. “Al fin y al cabo, mi familia está en Veracruz y nadie me espera en casa”, me explicó. Se había mudado a la ciudad por una oferta de trabajo presencial, pero su esposa e hijos se quedaron en su estado natal.
¿Y yo me preguntaba? No tiene nada de malo querer ganar más dinero, pero ¿qué tan seguro es que vaya en un auto con alguien que no ha dormido en 24 horas? Mientras él conducía con aparente normalidad, no pude evitar pensar en el agotamiento acumulado. Los reflejos disminuyen, la concentración se debilita y el riesgo de un accidente aumenta. ¿Cuántos conductores en la misma situación están en la calle cada noche, tratando de completar unas horas extra de trabajo antes de descansar?
A pesar de estos riesgos, el trabajo independiente sigue ganando terreno en México. Según el INEGI, más de 15 millones de personas—un 25% de la población activa—trabajan por cuenta propia. Para algunos, la combinación de un empleo fijo y uno freelance es el equilibrio ideal. Para otros, la presión de manejar dos agendas termina siendo insostenible.
Entonces, ¿vale la pena? Depende de la persona, de su capacidad para organizarse y, sobre todo, de su salud física y mental. “Más allá de aumentar el salario, hay que preguntarse si realmente es una opción sostenible. De lo contrario, el burnout llega más rápido de lo que uno cree”, concluye De la Maza.