Incluso Powell sintió que la Reserva Federal había "cruzado muchas fronteras que no se habían cruzado antes".
"Vimos que economías de todo el mundo cerraban", dijo a finales de la primavera, "y nos sentimos llamados a hacer lo que podíamos".
Eso incluyó rápidas promesas de compras masivas de bonos, una ventana abierta para que otros bancos centrales sacaran dólares y, eventualmente, programas de préstamos para virtualmente cualquier negocio de Estados Unidos y muchos gobiernos locales.
Sin embargo, lo que sucedió demostró que los alarmistas estaban equivocados: el balance de la Reserva Federal, una medida aproximada de su peso en la economía, creció mucho menos de lo esperado; sus programas de préstamos más controvertidos atrajeron un interés modesto y terminarán el 31 de diciembre.
Sin embargo, la Fed demostró lo que puede ser el punto más importante: que importaba sólo por estar ahí y actuar con rapidez.
Un nuevo manual
La Reserva Federal no pudo abordar todos los problemas económicos de la pandemia. El mayor desafío, conseguir dinero para las familias cuando el desempleo alcanzó un récord de posguerra de un 14.7%, requirió una ley del Congreso.
Sin embargo, demostró cuán enérgica fue para restaurar la confianza en los momentos de fragilidad. Si bien se tomó meses para dar cuerpo a sus respuestas más innovadoras, los pasos clave los dio inmediatamente en marzo cuando sus herramientas tradicionales -incluyendo la oferta de préstamos a corto plazo a las empresas financieras- se desplegaron con fuerza.
Fue una versión del clásico edicto del banco central de prestar libremente contra una garantía adecuada, pero la velocidad y el tamaño de las medidas iniciales de la Fed "reescribieron el manual", dijo Julia Coronado, presidenta de la empresa consultora MacroPolicy Perspectives.
"Al principio estaban engullendo activos por cientos de miles de millones y reactivando los mercados a la fuerza, y no había ninguna restricción en particular más que 'vamos a hacerlo hasta que funcione'".
Resultó ser un marcado contraste con la respuesta de la Reserva Federal a la crisis financiera de 2007-2009, señaló Coronado, cuando se necesitaron aproximadamente cuatro años para ampliar tres programas sucesivos de "alivio cuantitativa".
Los resultados
La economía de Estados Unidos enfrentó una espantosa serie de riesgos la primavera pasada.
Los esfuerzos para controlar la propagación de COVID-19 desencadenaron un estado de emergencia nacional el 13 de marzo y restricciones que obligaron a sectores enteros de la economía a cerrar temporalmente. El cierre de aerolíneas, hoteles, restaurantes y todo lo "no esencial" acabó con 22 millones de empleos entre febrero y abril, desatando el temor a una segunda Gran Depresión.
Para los bancos centrales, las crisis son más peligrosas cuando la confianza se quiebra, cuando lo que se considera un negocio sin riesgos un día, con las dos partes confiando en que seguirán existiendo, parece dudoso al día siguiente. La pérdida de la fe, en el peor de los casos, pone fin a los préstamos a corto plazo, lo que mantiene a la economía en general en un estado de incertidumbre y desencadena un colapso mayor.
Cuando comenzó a suceder en marzo, las medidas iniciales de la Reserva Federal apuntalaron el comercio de bonos del Tesoro, préstamos corporativos a corto plazo y otros instrumentos financieros esenciales, lo que podría decirse que evitó que la crisis financiera se sumara a todos los otros problemas.