Lo anterior, significa mantener la economía en equilibrio, de modo que prevalezca la estabilidad financiera, macroeconómica y de precios. La alta inflación y las recesiones pueden resultar extremadamente costosas para la desigualdad.
Mantener la economía en equilibrio no es algo que la política monetaria pueda hacer sola. Además, los cambios en la naturaleza del ciclo económico, en los que los factores financieros tienen un papel más importante, han complicado las compensaciones a las que se enfrenta la política monetaria, explicó.
“Para abordar estas compensaciones, otras políticas deben desempeñar su papel, especialmente las prudenciales, fiscales y estructurales. Se necesita una combinación de políticas equilibrada y completa. No debemos olvidar que los bancos centrales también pueden ayudar a lograr una sociedad más equitativa a través de una serie de funciones no monetarias que les atribuye la ley”, agregó el ex gobernador del Banco de México (Banxico).
Explicó que existen aspectos que afectan a los más desfavorecidos como: sistemas educativos deficientes, falta de acceso a la atención médica, falta de competencia; una inadecuada protección al consumidor y mercados laborales mal regulados.
"Algunos puntos que acabo de mencionar pertenecen al sistema financiero y, en algunos países, caen dentro del ámbito de las funciones no monetarias atribuidas a los bancos centrales por ley”, detalló el director general del BIS.
La política fiscal es un ejemplo de lo fuertes que pueden llegar a ser las políticas gubernamentales, pues cuentan con las herramientas para mitigar la desigualdad. Mientras que las políticas estructurales, al abordar algunas de las causas de la desigualdad, son igualmente importantes, concluyó Carstens.