Si bien las principales economías como Estados Unidos y Reino Unido, y otras menos desarrolladas están subiendo las tasas desde mínimos históricos, sería necesaria una rápida aceleración si se produjera un cambio de paradigma fundamental.
"Un mensaje clave es que podemos estar en la cúspide de una nueva era inflacionista", dijo el exbanquero central mexicano.
"Tenemos que estar abiertos a la posibilidad de que el entorno inflacionista esté cambiando fundamentalmente", añadió Carstens. Y "si mi tesis es correcta, los bancos centrales tendrán que ajustarse".
La tesis consiste en que el repunte de los precios de la energía, las materias primas y los alimentos se han visto amplificados por la guerra en Ucrania. Las cadenas de suministro han sido dañadas por la pandemia del COVID y por las guerras comerciales, mientras que el aumento del costo de la vida hace que los trabajadores exijan salarios más altos.
También hay indicios de que las expectativas de los consumidores, las empresas y los mercados financieros sobre el alcance de la inflación se están "desligando".
Carstens se refirió a las previsiones de los profesionales, que ahora ven una inflación superior a 4.5% en Estados Unidos y gran parte de Europa durante los próximos dos años, y superior a 3.5% en muchas otras economías avanzadas.
La implicación inmediata sería que las autoridades monetarias tendrían que cambiar con rapidez su "mentalidad" sobre cómo evitar que la inflación se descontrole, un problema que pocos han tenido desde los años 70.
"Lo más probable es que esto requiera que las tasas de interés reales suban por encima de los niveles neutrales durante un tiempo para moderar la demanda", dijo Carstens, reconociendo que esto podría hacerlos impopulares.
"Pero los bancos centrales ya han estado aquí antes", afirmó. "Son plenamente conscientes de que los costos a corto plazo en términos de actividad y empleo son el precio a pagar para evitar costos mayores en el futuro".
Con información de Reuters.