La industria mexicana atraviesa un momento "atípico" y opera muy por debajo de su potencial. Hasta septiembre, la utilización de la planta productiva cayó al 79.3% y 17 de 21 ramas manufactureras muestran una contracción mensual sincronizada, algo poco común incluso en periodos de desaceleración económica. En medio de estas señales surge la duda sobre si México vive un tropiezo temporal o si está en verdadero riesgo de una pérdida real de capacidad productiva.
México pierde músculo industrial y preocupa que la capacidad ociosa se pierda
Una industria sincronizadamente a la baja
De acuerdo con Gerónimo Ugarte Bedwell, economista en jefe de Valmex, el país enfrenta una fase de subutilización profunda, aunque todavía no irreversible.
Señala que la caída en la utilización de planta responde a un choque de demanda alentado por un tipo de cambio apreciado, menor dinamismo externo, inversión pública débil y tasas de interés todavía restrictivas. En esta fase, las empresas ajustan turnos, reducen horas y posponen inversiones, pero la maquinaria sigue ahí, con el potencial de volver a funcionar en cuanto mejoren las condiciones. Sin embargo, Ugarte señala que existe un riesgo en el mediano plazo.
Cuando esta situación se prolonga, esa capacidad ociosa deja de ser potencial y empieza a convertirse en pérdida efectiva, con proveedores que cierran, plantas que se desmantelan y talento especializado que migra a otros sectores o países
La sincronía del deterioro preocupa, ya que 17 de 21 subsectores con caídas simultáneas a tasa mensual. Lo cual es “inusual” y típico de episodios donde convergen choques externos y restricciones financieras. Esto no solo afecta a las fábricas principales, explica, sino a ecosistemas completos como los de autopartes, metales, plásticos, logística, ingeniería y mantenimiento.
"Algo similar puede estar ocurriendo en químicos, plásticos, textil-confección y en insumos ligados a la construcción (no metálicos, productos metálicos básicos) donde la debilidad de la obra pública y de la vivienda puede llevar a la obsolescencia o desmantelamiento de equipos, al cierre de proveedores medianos y pequeños y a la destrucción de empleo técnico especializado. Ahí es donde la capacidad perdida es difícil de reconstruir, incluso si el escenario macroeconómico se vuelve más favorable", advierte el experto.
Alejandro Saldaña, economista en jefe de B×+, coincide en que la caída refleja debilidad económica interna —menor inversión, consumo moderado y exportaciones mixtas—, pero no ve, por ahora, una destrucción neta de capacidad.
A su juicio, la manufactura atraviesa un proceso un proceso de adaptación impulsado por megatendencias globales, tales como la electrificación automotriz, la reorganización de cadenas de suministro y cambios en política comercial estadounidense.
“La disminución en la utilización de planta no necesariamente implica pérdida de capacidad. Es un menor aprovechamiento en un entorno de bajo dinamismo”, apunta Saldaña, y recuerda que las exportaciones, sobre todo las no automotrices, siguen mostrando una fortaleza relativa.
Señales de alarma para seguir de cerca
Los especialistas coinciden en que la desaceleración actual de la industria mexicana se mantiene como un momento cíclico, aún reversible. Pero advierten sobre cuáles son los riesgos que hay que seguir de cerca durante los próximos trimestres.
Ugarte identifica cinco indicadores críticos que podrían confirmar deterioro estructural si se profundizan en los próximos meses y los resume del siguiente modo:
- Duración de la contracción industrial. Si el indicador mensual de actividad industrial y el número de ramas en caída se extienden por más de seis trimestres, "el riesgo estructural aumenta".
- Inversión fija en maquinaria y equipo. Si no se recuperan los indicadores de inversión física, significa que las empresas están reduciendo su stock de capital.
- Importaciones de bienes de capital e insumos intermedios. Un desplome suele anticipar una pérdida de capacidad futura.
- Empleo especializado. Despidos de técnicos, ingenieros y cierres de plantas serían una señal inequívoca.
- Tensión financiera empresarial. Aumento de cartera vencida, quiebras o desinversiones forzadas.
En paralelo, el retroceso de la IED manufacturera (-26% anual) revela que la narrativa de relocalización (nearshoring) no se está convirtiendo en inversión real debido a seis frenos:
- Incertidumbre sobre la revisión del T-MEC
- Política comercial volátil en Estados Unidos
- Dudas sobre abasto energético
- Cuellos de botella logísticos
- Problemas de seguridad en corredores industriales
- Percepción de un entorno regulatorio cambiante
“Los costos laborales siguen siendo competitivos, pero la disponibilidad de mano de obra calificada ya empieza a ser un cuello de botella relevante,” señala Ugarte.
Lo que puede mejorar
Pese al deterioro industrial del año, los economistas ven una posibilidad real de corrección si 2026 marca un punto de inflexión. Para Valmex, el próximo año debe enfocarse en cambios estructurales, no solo un rebote cíclico:
- Certidumbre comercial, con una revisión ordenada del T-MEC.
- Un plan creíble de inversión en energía, centrado en generación, transmisión y tarifas competitivas.
- Infraestructura logística prioritaria en corredores con demanda potencial de nearshoring.
- Seguridad y Estado de derecho en regiones industriales.
- Inversión en capital humano, especialmente ingenierías y formación técnica dual.
Alejandro Saldaña plantea que la resolución de las disputas comerciales y la actualización del T-MEC podrían abrir nuevos incentivos para que más eslabones de la cadena de suministro se trasladen a México. El propio grupo financiero añade que el desenlace de la revisión norteamericana será decisivo para redefinir el horizonte de inversión industrial en la región.