El huracán fintech en México
Nota del editor: Este reportaje se publicó inicialmente en la edición 1207 de la Revista Expansión, que salió a la venta el 1 de marzo de 2017.
En 2016, cuatro pequeñas empresas mexicanas dieron la sorpresa. Con la bandera de revolucionar el sector financiero, recaudaron una tercera parte del total de inversión que atrajo el ecosistema emprendedor mexicano el año pasado. Kubo Financiero, Clip, Kueski y Konfío, emprendimientos creados entre 2012 y 2014, consiguieron 58.5 millones de dólares de inversionistas internacionales y mexicanos, convirtiéndose en los primeros en obtener rondas extranjeras de tal magnitud en la industria de tecnología financiera (fintech) nacional.
El monto invertido en estas empresas, que representa 31.3% de los 188 millones de dólares que las start-ups mexicanas levantaron el año pasado en diferentes sectores, llevó al país a ubicarse en los primeros lugares del fintech en América Latina.
El potencial de que México se convierta en un competidor líder en el sistema financiero global, al lado de Estados Unidos, Reino Unido y China, es real si resuelve los dos principales desafíos que enfrenta desde su origen: la colaboración con las instituciones financieras tradicionales -a las que podría quitar casi un tercio del mercado- y la necesidad de una regulación que determine las reglas para las empresas y proteja a los usuarios de las 13 divisiones del sector que operan en el país, desde plataformas de crowdfunding y bitcoin hasta sistemas de pagos electrónicos.
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“La evolución del sector ha sido muy acelerada a partir de 2013”, afirma Carlos Orta, vicepresidente de Política Regulatoria de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV). “Además de que ha habido permanencia de las empresas en la industria, se han diversificado las líneas del sector”.
La ola de emprendimientos está dando resultados. De acuerdo con la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), las empresas han otorgado, hasta ahora, 1,000 millones de pesos en créditos y cuentan con más de 540,000 clientes activos. Y el sector es optimista con respecto al futuro, ya que en los próximos 10 años concentrarán hasta 30% del mercado bancario en México, estima Innsomnia, la incubadora de negocios de Bankia, uno de las seis instituciones financieras más grandes en España y que inició este año un programa remoto de incubación para emprendimientos fintech en territorio mexicano.
Nace un océano azul
Los primeros destellos de la revolución tecnológica que vive el mundo financiero aparecieron en la década de los 90, con el nacimiento de compañías de procesamiento de pagos vía internet, como las estadounidenses CyberCash, del inversionista Bill Melton; Confinity, de Peter Thiel; X.com, de Elon Musk, y la alemana WireCard, de Wulf Matthias.
“Paypal –resultado de la fusión entre Confinity y X.com en el año 2000- perteneció a esa primera ola de empuje hacia el fintech en el mundo, pero, después de que tronó la burbuja de las punto com, las aguas se calmaron”, cuenta Adolfo Babatz, fundador y CEO de Clip, un lector de pagos móviles que se acopla a un teléfono celular para recibir pagos con tarjeta de crédito y débito.
Pese a la crisis, las compañías pioneras lograron salidas exitosas al volverse públicas. No fue hasta una década después, a partir de 2009, con el surgimiento de los teléfonos inteligentes, cuando vino una segunda ola iniciada por Square, empresa de pagos móviles creada por el fundador de Twitter, Jack Dorsey, y que en 2015 también logró salir a bolsa. “Ahí hubo otro gran banderazo y empezaron a brotar compañías por todo el mundo, aunque ya no solo en métodos de pago electrónico”, agrega Babatz.
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Vicente Fenoll, creador de Kubo Financiero, plataforma de préstamos por internet de persona a persona, agrega que la democratización de la tecnología impulsó el concepto fintech. “Se abarataron los costos y esto permitió el desarrollo de muchas más empresas. Hace cinco años, las computadoras que soportan mi sistema costaban millones de pesos, ahora el software en la nube y hardware más barato evita inversiones grandes en infraestructura”, señala.
Desde 2009, el surgimiento de estas compañías no se ha detenido. Finnovista, organización que promueve el desarrollo del sector, apunta que en la región existen alrededor de 481 start-ups distribuidas en Brasil (130), Colombia (77), Argentina (60), Chile (56) y México, que con 158 se convierte en el mercado puntero de la región.
Consolidación a fondo
Rogelio de los Santos y su socio Paul Ahlstrom crearon en 2011 el fondo de inversión Alta Ventures, uno de los primeros en la escena emprendedora de América Latina y hoy renombrado Dalus Capital. De los 70 millones de dólares disponibles para inversión, los fundadores destinaron, desde 2012 hasta 2014, el 35% a cuatro empresas fintech: la argentina Technisys y las mexicanas MFM, Clip y Kubo Financiero.
“En nuestra tesis original, como la de muchos otros fondos, no teníamos previsto al sector fintech por desconocimiento, pero nos sorprendimos al ver oportunidades interesantes con emprendedores sofisticados que traían experiencia, conocimiento y visión”, explica de los Santos, quien ahora es managing partner de Dalus Capital.
Las oportunidades detonaron en los fondos, tanto nacionales como internacionales, el interés por financiar el crecimiento de las compañías del sector. Y las consecuencias fueron positivas. En los últimos cinco años, la inversión mundial creció 10 veces en monto, al pasar de 1,800 millones de dólares en 2010 a 19,000 millones de dólares en 2015, según datos de las firmas Citi y CB Insights.
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En la región, el interés de los inversionistas también se contagió. La Asociación Latinoamericana de Capital Privado y Capital de Riesgo (LAVCA, por sus siglas en inglés) indica que del sector de tecnologías de la información, que recibió inversiones por 499 millones de dólares en 2015, la categoría que más capital captó fue fintech, con 142 millones de dólares.
Alta Ventures no fue el único en subirse al barco fintech, fondos como Capital Invent, Vander Capital, Accion y Wayra lanzaron la moneda al aire por el sector, al ser partícipes en las primeras rondas de inversión de empresas como Clip y Kubo Financiero. Hasta el momento, 26 fondos en América Latina, de los que 12 son mexicanos, han invertido en 99 start-ups en la región, de acuerdo con un análisis realizado por el fondo mexicano ALL VP.
Predecir hasta dónde crecerán los montos de inversión es difícil en tanto que no haya retornos o salidas, dice De los Santos. Lo cierto es que, según Ignacio Aldonza, socio líder de EY, las fintech ya compiten por captar hasta 30% del mercado bancario en México, valorado en más de 30,000 millones de dólares.
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Regulación en el tintero
No solo los inversionistas, el gobierno federal también volteó a ver al sector. El 16 de mayo de 2016, el entonces secretario de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray, viajó a Silicon Valley, la zona del norte de California conocida por alojar las sedes de empresas como Google, Apple y Facebook.
Durante dos días, el funcionario se reunió con inversionistas y empresarios estadounidenses especializados en las tecnologías financieras. “Les preguntó cuáles eran las condiciones que necesitaban para que sus emprendimientos fueran exitosos y qué retos veían en México”, recuerda María Ariza, directora general de la Asociación Mexicana de Capital Privado (Amexcap) y quien lo acompañó al viaje.
Los encuentros arrojaron varios temas pendientes, pero uno sobresalió: la falta de regulación específica para promover el sector. A pesar de que la industria en México había comenzado a crecer desde tres años antes, carecía de un marco legislativo particular que proporcionara las reglas a las empresas y que, a su vez, protegiera a los usuarios. Ése fue el punto de partida para que el gobierno federal comenzara a pensar en una ley fintech.
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Dos semanas después, el ex secretario planteó a más de 20 empresarios del sector -reunidos en Palacio Nacional- su intención de crear una regulación que eliminara las barreras de entrada para emprender y potenciara el crecimiento de las start-ups. El discurso del titular de Hacienda fue claro: el 8 de septiembre presentaría al Congreso la iniciativa de ley. Pero un día antes de la fecha límite, Videgaray renunció al cargo y la propuesta se quedó en el tintero.
Hoy, luego de seis meses, la iniciativa todavía no ha sido presentada. “Estamos trabajando la ley fintech todas las autoridades: Hacienda, Banco de México, CNBV y algunas otras instancias”, dice en entrevista Vanessa Rubio, subsecretaria de la SHCP. “La vamos a estar presentando en el primer semestre de este año, es un hecho”.
A escala mundial, pocos países, como Reino Unido y Singapur, tienen una ley fintech que regula todos o, al menos, un aspecto de la operación. Leticia Riquelme, especialista financiera del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en México, asegura que la intención del gobierno mexicano de implementar un marco legal surgió en un momento oportuno, pues dará certidumbre para que la industria potencie su crecimiento. Con ella coincide Rubio, quien pronostica que la ley en proceso tiene el potencial de detonar créditos, inversiones, productividad y empleos. Aunque no revela en qué medida impactaría.
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La clave para lograr un fortalecimiento del sector a partir de la ley, dice Javier Arreola, analista del Foro Económico Mundial y especialista en tecnologías financieras, es regular, de manera equilibrada, todas las ramas del fintech. Lorenza Martínez, directora general de Estrategias, Riesgo y Sistema de Pagos del Banco de México (Banxico), adelanta que uno de los principios básicos de la ley será regular cada sector de acuerdo con el servicio que presta y con los riesgos inherentes a cada actividad.
"Los proveedores de servicios de pagos no pueden tener la misma regulación que los que además otorgan créditos", dice la funcionaria. Sin embargo, sugiere, que todos los competidores cumplan con ciertos estándares mínimos de operación, como controles para prevenir el lavado de dinero.
Hasta ahora, según la Secretaría de Hacienda, la propuesta de ley en la que trabajan divide en tres las ramas que hay que regular: financiamiento colectivo o crowdfunding, activos y dinero electrónico, y plataformas innovadoras, que abarca el resto de las empresas del sector.
En el caso del financiamiento colectivo, fuentes de Banxico que participan en el diseño de la ley adelantan que el foco principal estará en buscar que el crowdfunding basado en acciones -que permite a un inversionista aportar financiamiento a una empresa, a través de una plataforma digital, a cambio de capital- no genere un mercado paralelo informal al regulado por la Ley del Mercado de Valores.
Sobre los activos y dinero electrónico, Rubio explica que analizan dos vertientes: la primera, cuando el modelo de negocio de una empresa fintech acepta criptomonedas -como bitcoin- y no las cambia. La segunda, cuando las liquida y las vuelve pago en efectivo.
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El apartado de la ley que es más urgente de incorporar es el relacionado con poner las reglas para todas las plataformas innovadoras, considera Gabriela Andrade, especialista de mercados financieros del BID. En este bloque -que funcionará como el esquema sandbox que opera en Reino Unido- podrían incluirse todos aquellos modelos de negocio que el marco regulatorio no estipule de manera específica.
Bajo este esquema, si la ley no considera una empresa de tecnología financiera específica, el emprendedor podrá acercarse con los reguladores para probar su solución, identificar si no viola alguna ley y buscar, en conjunto, una forma de incluir su producto o servicio en la legislación.
“En temas financieros, la regulación casi siempre va como dos pasos atrás. Los sandboxes permiten reaccionar más ágil y eficientemente”, destaca Riquelme.
Además de definir con precisión los modelos que se quieren regular, Mario di Constanzo, presidente de la Condusef, recomienda incluir bloques para proteger a los usuarios de estas plataformas, particularmente, a través de tres rubros: publicidad clara, transparencia y cumplimiento de los contratos. Por su parte, los empresarios y los inversionistas del sector sugieren establecer las reglas del juego para lograr una sana competencia con los bancos -que hoy acaparan el sistema financiero- y eliminar las barreras de entrada al mercado.
El competidor y aliado
La relación de las start-ups con los bancos es complicada. Seis de cada 10 ejecutivos de la banca internacional ponen en el corazón de su estrategia a las fintech, mientras que sólo 25% se niega a aceptar estas innovaciones, según la consultora PwC.
Aun con estos números, en México, sólo dos bancos utilizan los servicios de una fintech. La mayor parte de sus inversiones se destinan a la banca móvil y digital, así como para renovar sucursales e inmuebles, para muestra tres de los grandes bancos BBVA Bancomer, Citibanamex y Santander sumaron inversiones por 100,000 millones de pesos en tres años para dichos conceptos.
“No hay una verdadera urgencia en México de entrarle al tema fintech. Veo más decisión del gobierno que de la banca”, comenta Jorge Ortiz, presidente de la Asociación Fintech México.
Hasta ahora, Scotiabank y BBVA Bancomer son los únicos grupos financieros que han dado un paso. La primera valida un piloto con Kabbage –fintech estadounidense- para calificar la reputación crediticia de microempresarios; la segunda compró a la mexicana Openpay para pagos en línea y mitigar el fraude, además de tener ocho pilotos más con start-ups.
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“No hay una relación especial de la mayoría de las fintech con la banca, porque la banca ha sido un poco lenta en México en empezar a hacer cosas con compañías fintech”, puntualiza Diego Serebrisky, cofundador del fondo Dalus Capital, junto con Rogelio de los Santos.
El gran valor de las fintech es que son muy pequeñas y pueden cambiar y hacer productos concretos para un banco en tiempo récord, apunta Francisco Estevan, de Innsomnia, la aceleradora de Bankia.
La lentitud de los bancos hace que las fintech piensen en crecer por separado, pese a la necesidad de capital, insuficiente para conectarse a canales de pago. “Para muchas cosas estás impedido por regulación, pero, para otras, necesitas una inversión muy fuerte. Bancomer me ha dicho ‘conéctate al (sistema de pagos electrónicos interbancarios) SPEI’. Estaría espectacular, pero si lo haces a través de un banco, te cobra cinco pesos. Si piensas ser monedero digital y por cada transferencia te cobran, imagínate cuánto tendrías que cobrarle al usuario”, explica Ortiz, también fundador de Tantan, start-up de pagos móviles.
El caso de las transferencias electrónicas entre bancos es un claro ejemplo del bloqueo al que se enfrentan las fintech al momento de pensar en su camino independiente, pues no tienen acceso directo y sólo pueden hacerlo a través de una empresa: Sistema de Transferencia de Pagos (STP), explica el consultor David Margolín, exdirector general de Estrategias, Riesgos y Sistema de Pagos de Banxico. “En la medida en que los participantes estén regulados y que cumplan con lo estándares mencionados en riesgos operativos, de prevención de lavado de dinero, podrían tener acceso al SPEI", revela Lorenza Martínez, de Banxico.
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Los grupos financieros comienzan a ver en la agilidad de las start-ups un activo y una amenaza. “La competencia va a ser cada vez más seria. Los que me asustan más son ellos (los emprendimientos fintech) y no los competidores tradicionales. Eso me obliga a estar al día y tratar de colaborar”, dice Hugo Nájera, director general de Desarrollo de Negocios de BBVA Bancomer.
Trabajar en conjunto permitiría llegar a uno de los segmentos que, hoy por hoy, no es atractivo para la banca, por el bajo saldo de las transacciones, y que, por el contrario, resulta apetitoso para las fintech: las micro, pequeñas y medianas empresas. El otro nicho al que se podría llegar es el de la población que no tiene cuenta bancaria alguna y que, en México, supone 56% de la población, según el último Reporte Nacional de Inclusión Financiera, elaborado en conjunto por la Comisión Nacional Bancaria y de Valores y el Instituto de Estadística y Geografía (Inegi) en 2016.
Según un reporte de Fitch Ratings, la necesidad de servicios financieros más ágiles y simples, el uso creciente de dispositivos móviles y el cambio hacia los servicios financieros y tecnológicos móviles podrían apuntalar el crecimiento en este segmento. “Hay una necesidad muy grande por este tema de inclusión y de soluciones prácticas e innovadoras, de un mejor servicio. Hay una buen base de demanda y, por lo tanto, estas soluciones siempre van a ser atractivas en la medida que esté el mercado y el potencial”, subraya María Ariza, directora general de la Amexcap.
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Y esto lo sabe incluso el gobierno, que puso a la tecnología como uno de los siete principales ejes de su Política Nacional de Inclusión Financiera. Esto lo convierte en el único país de América Latina en considerarla. Pero, en la práctica, estas empresas siguen esperando. Los empresarios e inversionistas del sector solicitan reglas del juego para lograr una sana competencia con los bancos, que incluyan, además de la apertura al SPEI, acceso a códigos comunes o API estandarizadas que permitan comunicarse a las plataformas entre sí y fortalecer las redes de ciberseguridad.
A las peticiones, la subsecretaria de Hacienda responde que todavía se encuentran en proceso de análisis.
El gobierno federal tendrá hasta el 30 de junio para presentar la propuesta de la ley al Congreso. Mientras esto sucede, el sector no se detiene. Los jugadores del fintech adelantan que, en los próximos meses, darán noticias que demostrarán la fortaleza de las tecnologías financieras en México, con o sin marco regulatorio.