¿Dos son multitud? Llega BIVA, la segunda Bolsa en México
De la vista nace el amor y Vinte lo sabe porque así vende casas, a puertas abiertas. Desde su creación, en 2001, sus seis socios aplicaron esa filosofía a la propia compañía inmobiliaria e idearon un plan de crecimiento basado en la transparencia y el gobierno corporativo.
Esto les ayudó a conseguir financiamiento con el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo. Sergio Leal, presidente de Vinte, compara ese proceso de institucionalización, claridad financiera y expansión con correr un maratón, una carrera de ciclismo y otra de natación. “Entonces dijimos: ‘Si ya hicimos todo eso, ¿por qué no hacer todo junto, por qué no hacer el triatlón y volvernos públicos?’”, cuenta.
En 2016, la empresa ofertó el 24.5% de su capital social en la Bolsa Mexicana de Valores (BMV), por lo que obtuvo 1,220 millones de pesos entre 947 inversionistas. Sin embargo, fue un 47% menos de lo que esperaba conseguir.
Para una firma mediana en México, con un valor de mercado actual de 5,000 MDP, fue difícil atraer a los inversionistas internacionales, que la veían como empresa muy pequeña. Pero también fue complicado captar a los locales, pues a los grandes inversionistas institucionales, como las Afores, no les resulta atractiva una oferta tan pequeña, y no hay fuertes inversionistas individuales. “En México no tenemos un Warren Buffett que le meta 100 millones de pesos a una empresa en el mercado en cualquier momento”, dice Leal.
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Al llegar a Bolsa, Vinte comenzó una carrera contra sí misma. Como exigen los inversionistas, debía crecer trimestre a trimestre, lo que, teóricamente, elevaría su valor en el mercado. Pero desde entonces, aunque ha incrementado más de 30% sus ventas, sus acciones apenas se han movido. Su bursatilidad –la facilidad para que sus títulos se compren y vendan–es escasa, y la concentración de sus títulos en pocos inversionistas hace que otros no estén interesados en adquirirlos, ante el riesgo de no poder colocarlos fácilmente cuando lo deseen para recoger sus ganancias.
La viviendera tiene un negocio sólido y en crecimiento, pero desde el punto de vista de la Bolsa no es un caso exitoso. “La mentalidad de salir a Bolsa es ver que la acción sube y baja, y que tiene liquidez. Nuestra visión es diferente. Queríamos ser empresa pública, con o sin liquidez, para tener dinero, invertir y crecer, y ya entonces sí volver líquida la acción”, justifica Leal.
Vinte no es un ejemplo aislado, y muestra los pendientes del mercado de valores mexicano, donde una serie de factores ha impedido que la Bolsa crezca al nivel de la de otros países en desarrollo. El problema se resume en pocas palabras: hay poca oferta (de empresas) y poca demanda (de inversionistas).
Se queda corto
Entre las economías de tamaño similar, México es uno de los mercados con menos empresas listadas en bolsa.
Fuente: Banco Mundial y Bloomberg
Las razones son múltiples. Por un lado, está la falta de cultura financiera y bursátil del país. La gran mayoría de las empresas mexicanas son Pymes y familiares, y los propietarios son reticentes a ceder parte del control y transparentar sus procesos y sus finanzas, como exige el mercado. Incluso cuando salen a Bolsa, colocan una parte pequeña de su capital: mientras que en Estados Unidos, las compañías ‘sacan’ hasta más del 80%, en México el promedio es de menos del 25%, como sucede con Vinte.
Eso limita el interés de los inversionistas internacionales y la bursatilidad de las empresas. Aumentar ese porcentaje puede resolver el problema e impulsar el crecimiento de las compañías, pero en México, los dueños no están dispuestos a perder la mayoría de la propiedad. Por otro lado, faltan incentivos fiscales que hagan más atractivo el mercado, y sobran casos de corrupción y malas prácticas que frenan la confianza de los inversionistas.
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La Bolsa puede ofrecer muchos beneficios. En un caso ideal, impulsa la profesionalización de las empresas, mejora su visibilidad y les otorga recursos a un costo competitivo, frente al crédito bancario, para que inviertan en su crecimiento. Si logra buenos resultados, atraerá la atención de los inversionistas, que comprarán sus acciones, elevarán su valor de mercado, y así le aportarán más recursos para expandirse… dando lugar a un círculo virtuoso que se repite una y otra vez.
Por ello, la BMV trabaja para convencer a las compañías y a los inversionistas de estas ventajas, a través de campañas de promoción, cursos de educación financiera y el lanzamiento de nuevos instrumentos. “Si vemos el número de personas que invierten en Bolsa y el número de empresas que se listan, la mala noticia es que es muy pequeño. Pero la buena es que el potencial es alto”, afirma José Oriol Bosch, director general de la BMV.
Ahora, este grupo no estará solo en esta labor, pues tendrá competencia en la forma de una segunda Bolsa mexicana: la Bolsa Institucional de Valores (BIVA). Impulsada por Santiago Urquiza, presidente de Cencor (Central de Corretajes), quiere entrar en operaciones el 23 de julio y su meta es desarrollar el mercado, atrayendo a más empresas a la Bolsa que llamen la atención de más inversionistas nacionales y extranjeros.
Sin embargo, varios actores en México, en especial, las casas de bolsa, dudan de que su existencia esté justificada, dado el escaso tamaño del mercado en el país. La directora general de BIVA, María Ariza, tiene claro que el desconocimiento crea temor. Su labor, dice, será convencer a las empresas para diversificar el tipo de firmas en el mercado.
“Creemos que dándoles (a las empresas) una segunda opción en el mercado, con diferentes apoyos y teniendo más discusión alrededor del tema bursátil, va a haber más interés, no sólo de las emisoras por participar y del gobierno por hacer política pública en favor del mercado bursátil, sino también de los inversionistas que hoy todavía no están participando”, dice.
El problema de la Bolsa chica
Por más de 40 años, México ha tenido una sola Bolsa de Valores, Grupo BMV, donde cotizan actualmente 148 emisoras –sólo 23 nuevas en la última década–, con un valor de capitalización cercano a los 400,000 millones de dólares. Es menos de la mitad del valor de capitalización de Apple.
La Bolsa Mexicana no cuenta con el número de emisoras que desearía tener, admite Bosch. De acuerdo con datos del Banco Mundial, en Latinoamérica el valor de capitalización de las empresas como porcentaje del PIB es bajo: frente al 150% de Estados Unidos, en Brasil es del 42%, en Argentina, del 11.7%, y en México, de 33.5%, inferior incluso al 44% de 2012.
“En los últimos años ha habido una inversión más chica, un crecimiento más lento, menos necesidades de inversión, y muchos de los recursos se usan para mejorar la situación financiera (como pagar deudas) y no para invertir en crecimiento”, dice Carlos Hermosillo, director de Análisis y Estrategia Bursátil de Actinver.
La BMV ha trabajado para lanzar nuevos instrumentos con los que atraer a más compañías, destaca Charles Pilliod, director general de la casa de bolsa Credit Suisse México. Hay empresas que han obtenido financiamiento mediante vehículos como los Certificados de Capital de Desarrollo (CKD) y las Fibras. Pero estos no han crecido la bursatilidad, un indicador que refleja el dinamismo del mercado y que se mide por el volumen de acciones que se compran y se venden cada día.
De las 148 firmas listadas en México, sólo el 30% tiene una alta bursatilidad, pues sus acciones se operan a diario, mientras que el otro 70% apenas llega a operarse unas pocas veces a la semana, o incluso menos. ¿Qué es lo que está frenando el desarrollo del mercado?
CONCENTRADO
Solo 10 de las 147 empresas de la BMV mueven casi la mitad del dinero del mercado.
Fuente: BMV
Todo queda en familia
La baja bursatilidad de una compañía se explica, en parte, por la propiedad familiar de las firmas mexicanas. “La cultura del empresario en México no es tener una empresa pública, sino mantenerla en el ámbito privado. Y como hay fuentes de financiamiento buenas, como la banca comercial o emisiones privadas, pues tampoco necesitan, de una manera asfixiante, llegar a la Bolsa”, considera José El-Mir, socio de Deals en PwC México.
Según numerosos expertos, esto es un riesgo. “La gran mayoría de las empresas en el país no sobreviven el paso de una generación a otra. De cada 100, sólo 30 sobreviven a este paso. Pero de una segunda a una tercera generación, el número es de alrededor de cinco. O sea, 1.5 de cada 100 empresas sobreviven de una primera a una tercera generación”, explica Bosch.
La cultura empresarial mexicana es reticente a operar con transparencia o a ceder el control mayoritario. Por eso, la mayoría de las compañías prefieren mantenerse privadas e, incluso, las que salen a Bolsa lo hacen con un porcentaje muy pequeño de su capital social.
En México, la regulación exige colocar apenas el 12% del capital social, mientras que en Estados Unidos las compañías suelen superar el 50%. En el mercado existen muchos casos de empresas que, pese a hacerse públicas, en sus entrañas siguen siendo familiares. ¿Cómo? Mantienen a la familia en la gerencia, listan el mínimo del capital social y luego lo recompran en Bolsa. Un caso es Jose Cuervo.
En 2017, la tequilera ofreció en el mercado el 15% de su capital social. 3,788 inversionistas adquirieron 548 millones de acciones en 34 pesos cada una. En menos de un año, la compañía ya era parte del principal índice de la BMV, el IPC. Pero del total de acciones emitidas, el 85% sigue siendo propiedad de Juan Francisco Beckmann, presidente de la empresa, y de miembros de su familia inmediata, y apenas el otro 15% está distribuido entre el público inversionista, de acuerdo con datos de Cuervo.
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“Los que se listan para tener una parte muy pequeña flotando, y con familiares y amigos comprando, pues realmente no se hacen públicos. Volvemos a un tema de cultura financiera que sigue siendo un reto en el país”, dice Pilliod, de Credit Suisse.
La gestión familiar es muy común entre las firmas que cotizan en México, como aquellas de las familias Slim, Larrea, Azcárraga y Salinas Pliego. Sin embargo, esto puede haber comenzado a cambiar, dice Fernando Pérez Saldívar, director ejecutivo de BIVA. “En la medida en que han cambiado las generaciones en la administración, y hay gente con otras mentalidades, se dan cuenta de las ventajas de ser públicos”. Los emprendedores son esta nueva generación que puede impulsar el mercado.
Faltan incentivos
Antes de llegar a BIVA, María Ariza estuvo en la Asociación Mexicana de Capital Privado (Amexcap) durante cinco años, que agrupa a la mayoría de los fondos de inversión con operaciones en México. Allí vio crecer más de 1,200 emprendimientos, un segmento que ahora quiere atacar desde la nueva Bolsa.
“Imagínate a todos estos emprendedores que vamos a poder apoyar, y no como suele pasar, que a esas empresas las terminan comprando otras internacionales porque no hay esa transición suave del capital privado (el que proporcionan los fondos) al público”, dice Ariza, al recordar a emprendedores que han prometido listarse con ella. Ya tiene identificados 50 que pueden llegar al mercado en el mediano plazo.
Ese paso del capital privado hacia el mercado suena sencillo en el papel: los emprendimientos obtienen apoyo de los fondos para seguir su plan de negocios, y cuando los inversionistas de capital privado desean salirse de la compañía, la idea se vende al inversionista público en la Bolsa. Pero esto apenas sucede. Algo no funciona.
Según Ariza, la respuesta tiene que ver con temas fiscales. “Necesitamos incentivos para que las empresas encuentren un campo más competitivo en la Bolsa (frente al financiamiento bancario), y creo que es un tema que se tiene que revisar constantemente con la autoridad y convencerlos de la importancia de tener este incentivo que va a acercar, definitivamente, a las empresas a la Bolsa”, opina la directora de BIVA.
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Hoy, los fondos que quieran salirse de un emprendimiento colocando su participación en Bolsa deben pagar una tasa impositiva de hasta 35%, mientras que en Estados Unidos es de 10%.
La BMV no ha dejado de buscar incentivos para captar a las empresas. Junto con la banca de desarrollo e intermediarios financieros, lanzó un programa para fondear y guiar a las Pymes en el proceso de institucionalización y formación de gobierno corporativo, para que puedan acceder a la Bolsa. Pero hay un mito persistente que frena esta labor: muchas empresas creen que salir al mercado es caro y exige muchos trámites. Esta idea errónea refleja la falta de cultura bursátil del país, comenta Bosch.
Del desconocimiento nace el temor
Conseguir que más empresas salgan al mercado no servirá de nada si no hay una base de inversionistas que compre sus acciones. Pero la demanda por los títulos de la Bolsa ha quedado rezagada frente a otros valores de moda, como las criptomonedas.
A finales de 2017, el bitcoin alcanzó un máximo histórico de 19,000 dólares. Esa burbuja puede estar estallando ya, pues ahora cotiza arriba de los 8,000 dólares, pero los riesgos no han impedido que haya un boom de inversionistas deseosos por comprar. La plataforma Bitso, que permite invertir en estas monedas, suma 400,000 cuentas en México en sólo cuatro años. En contraste, las 31 casas de bolsa del país administran 250,000 cuentas.
Las fuentes coinciden en que la poca cultura bursátil mexicana explica el escaso número de inversionistas. Muchos creen –equivocadamente– que sólo pueden invertir las personas con mucho dinero, y no saben cómo y a partir de qué monto invertir, destaca Bosch.
Además, los inversionistas institucionales están concentrados en las Afores y en sociedades de inversión dependientes de las instituciones financieras. “Necesitamos que crezcan operadoras de fondos de inversión que sean más independientes y no dependan de un grupo financiero. Si pudiéramos tener manejadores de fondos de inversión independientes grandes, harían que nuestro mercado creciera”, explica Pilliod.
Poco a poco, han surgido señales positivas. La implementación de tecnología facilitó el acceso al mercado de capitales, lo que antes era posible sólo mediante una casa de bolsa. Con ello, algunos vieron una oportunidad para operar por su cuenta, como Juan Carlos Minero, quien trabajaba en una casa de bolsa y ahora dirige las inversiones del fondo Black Wallstreet Capital, la mayor firma de asesoría independiente en México. “Hicimos esto buscando una mayor inclusión financiera y transparencia en la operación. Somos una nueva guardia en el mercado”, dice.
El pionero en crear una plataforma para inversionistas independientes –es decir, para cualquier persona–, sin necesidad de que abrieran una cuenta en una casa de bolsa a partir de un monto elevado, fue GBMhomebroker. “Nosotros ponemos nuestro granito de arena, tratando de empujar la cultura financiera. Las barreras se han reducido. Anteriormente, una persona que quisiera abrir una cuenta de corretaje tenía que contar con un capital muy significativo. Hoy puedes tener herramientas profesionales para la compra y venta de acciones con un monto de hasta 10,000 pesos”, explica Iván Barona, director de GBMhomebroker.
En Estados Unidos, uno de cada dos adultos invierten en Bolsa, a través de fondos de pensiones, de brókers, operadores o vehículos de todo tipo, dice Bosch. “Si vemos el equivalente en México, la proporción en la población adulta que invierte es de menos de 1%”.
Ariza admite que habrá que “picar piedra” para incrementar la cultura bursátil en el país y hacer ver que el mercado bursátil da buenos rendimientos. Pero las malas noticias, como los casos de corrupción, fraude o lavado de dinero en las empresas que cotizan, no ayudan a lograr la confianza de los inversionistas.
Ética y vigilancia
Entre 2000 y 2012, el sector de la vivienda fue una fiesta. Era común escuchar que las grandes firmas de la industria construían más de 40,000 unidades anuales, y la cifra crecía cada año. Una de esas compañías era Homex, que, en ese periodo, multiplicó por ocho su reserva territorial.
La empresa cotizaba en la BMV y en el New York Stock Exchange (NYSE), y presentaba unos resultados espectaculares. Tan buenos que no parecían verdad. La Comisión de Mercados y Valores de Estados Unidos (SEC), el regulador de los mercados en ese país, detectó que Homex había inflado sus números durante varios años. “A lo largo de los años fiscales de 2010 a 2012, Homex sobrerreportó ingresos por al menos 3,300 millones de dólares, y unidades vendidas por al menos 100,000 (más que las reales)”, dice la investigación.
Ahora, Homex está inhabilitada por cinco años para cotizar en mercados de valores de Estados Unidos. En México ya vuelve a estar en Bolsa, tras haber pasado por un proceso de concurso mercantil. La Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) le impuso una sanción de 20.1 MDP, cuando el fraude detectado asciende a 3,300 MDD (59,400 MDP). La compañía dijo a Expansión que el proceso está cerrado y que ya ha pagado las sanciones monetarias, sin negar las acusaciones.
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No ha sido el único caso polémico de firmas presentes en el mercado mexicano. El grupo financiero HSBC fue acusado de lavado de dinero y condenado en Estados Unidos a una multa récord de 1,920 MDD. En México pagó 379 MDP (21 MDD). Y Walmart pagó en Estados Unidos 300 MDD para cerrar una investigación por presuntos sobornos a funcionarios públicos en México. Aquí, seis años después de que saliera a la luz el escándalo, aún no hay sanción.
Con la grabadora apagada, varios especialistas critican la tibieza y la poca eficacia de la CNBV –que declinó hacer comentarios– como vigilante del mercado, aunque ‘oficialmente’ elogian su labor y destacan que ha mejorado mucho con los años.
Según Fernando López, presidente del IMEF (Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas), parte del problema también consiste en la baja exigencia. “La regulación que hay en México pone el escalón más bajo para cumplir con los estándares mínimos”, opina.
¿Dos son multitud?
Nadie duda de que la llegada de una segunda Bolsa, como BIVA, es algo que tarde o temprano debía suceder en México. El anuncio sacará a la BMV de su zona de confort y la obligará a mejorar sus procesos y realizar mayor promoción, coinciden varias de las fuentes consultadas.
Pero María Ariza no ve a la BMV como competencia. “No hay ganas de pelear, todo lo contrario. Hay que sumar esfuerzos y buscar cómo ir por un mercado más grande. No es uno contra otro, es uno más otro”.
La apuesta de BIVA es ofrecer diferenciadores a sus clientes: dará un descuento de 8% en el costo de listado, prestará valores, fijará precios por medio de subastas y no con precios promedio, desarrollará un índice dinámico y plural, y permitirá el anonimato en las operaciones. BIVA tendrá como aliado a FTSE –el índice de Londres– para la creación de índices, y al interior de la empresa ayudará a las emisoras con reportes personalizados de mercado y sectoriales para mejorar su compraventa.
Los operadores individuales aplauden la llegada de la modernización tecnológica con BIVA. Sin embargo, la mayoría de las fuentes tienen serias dudas sobre las ventajas de una segunda Bolsa. “El peor de los escenarios que pueden suceder es que tengamos más de una Bolsa, pero con un mercado del mismo tamaño o menor, con mayores costos, y donde incluso nos canibalizáramos”, dice Bosch.
Las casas de bolsa sufrirán mayores costos, pues, de no asumirlos, se quedarán fuera del juego del nuevo mercado. “Antes estábamos conectados a una sola Bolsa, ahora tenemos que estar conectados con dos, y procurar la mejor ejecución para que una orden de un cliente vaya a ambas a ver dónde está el mejor precio”, dice Alejandro Finkler, de Ve por Más.
Concentración
De las 31 casas de bolsa registradas, solo cinco concentran casi el 50% de la operación en bolsa.
Operación promedio diaria por casa de bolsa, 2017
Fuente: BMV
Este proceso supone duplicar los costos de operación, mientras que los ingresos no crecerán en la misma medida. Las casas de bolsa más pequeñas ya comenzaron a resentir la situación, y algunas han anunciado que dejarán de operar directamente en la BMV y se conectarán al sistema mediante otra casa de bolsa para ahorrar costos, afirma Bosch.
“La idea de varias Bolsas suena atractiva, pero para nuestro mercado y el tamaño de la economía mexicana no traerá las suficientes ventajas”, dice Pilliod. Lo que está en duda, agrega, es que el mercado vaya a crecer automáticamente con la existencia de más Bolsas. “Una cosa es tener la tienda y que pongas el producto, y otra que lleguen los clientes a comprar”.
La carrera entre la BMV y BIVA no es tanto una competición de una contra la otra, sino un juego en el que ambas pueden salir ganadoras o perdedoras. La clave está en si lograrán hacer crecer el mercado.
El trabajo por delante
José Oriol Bosch viaja a menudo por el país, acompañando al equipo de promoción de la BMV en giras por los estados. Su intención es convencer a más empresas locales de las bondades de estar en Bolsa. “Hay un problema de concentración –explica–. Más del 90% de las empresas que están listadas, tanto en el mercado de deuda como en el de capitales, se encuentran en cuatro estados: la Ciudad de México, Nuevo León, Jalisco y el Estado de México”, afirma.
En 12 entidades, como Aguascalientes, Querétaro, San Luis Potosí, Hidalgo, Morelos, Tabasco y Campeche, no hay una sola en el mercado, añade. “En deuda no hay un monto mínimo para hacer una colocación. No puede ser que haya un estado que no tenga ni una empresa que pueda venir a financiarse”. Por ello, la firma realiza estos road shows en los que revela las distintas opciones que ofrece el mercado. Porque hay mucho mundo más allá de la Bolsa.
La emisión de deuda corporativa, por ejemplo, es una buena alternativa al crédito bancario, con trámites más sencillos que con la banca comercial, y que proporciona recursos a menor costo y a mayor plazo. Este mercado –los llamados bonos–es un caso de éxito en México, y además puede servir como antesala a la Bolsa.
En 2002, la firma financiera Unifin necesitaba 20 MDP, y la banca no se los proporcionaba o lo quería hacer a un costo muy elevado. Encontró la solución en la deuda corporativa, y en los siguientes años continuó realizando nuevas emisiones cada vez más grandes. Finalmente, en mayo de 2015 debutó en el mercado accionario con una oferta inicial por 3,606 MDP. Desde entonces, sus acciones se han revalorizado cerca de 140%.
Bosch cita éste como uno de los casos más emblemáticos del país, que destaca en sus giras por los estados para animar a otros empresarios. Admite que esta labor de convencimiento no es sencilla, pero se muestra optimista: calcula que ya existen hasta 10,000 compañías que reúnen los requisitos para salir a Bolsa. Captar sólo el 1%, casi supondría duplicar el tamaño actual del mercado. “Tenemos que trabajar en conjunto, las Bolsas, las casas de bolsa y los reguladores. Si lo hacemos así, tendremos un mercado mucho más grande, porque el potencial existe”.
Este reportaje se publicó en la edición 1233 de la Revista Expansión.