Cada noche, después de las 10, el Sam’s Club de avenida Universidad, en la Ciudad de México, cierra y las luces se apagan con el último cliente. En noviembre se rompe la rutina. Desde las 21 horas, los socios comenzaron a montar lonas en el techo que anunciaban las ofertas, otros cajeros alistaban sus estaciones con panfletos, llenaban sus cajas con monedas, arreglaban sus chalecos y brincaban como si estuvieran a punto de correr una maratón. Este año no iniciaba el Buen Fin, sino el Fin Irresistible de Walmart, dos días antes que el resto de las empresas del sector.
Filas de pantallas y asadores a 999: así inició el Fin Irresistible de Walmart
Hasta poco antes de la apertura, hay al menos 40 carritos formados esperando que se levantara la cortina. El número de personas fue creciendo poco a poco desde las 22 horas. Algunos socios reparten pruebas de panqué y café a quienes esperan. Dentro, los asociados aún terminaban de ajustar algunos carteles de precios en electrónica, mientras que otros esperan la apertura platicando en sus departamentos.
Entre las familias que esperan, una pareja busca un asador que vieron días antes en el pasillo 4 y que ahora cuesta 999 pesos, o una motocicleta; otros solo vienen por su despensa habitual como papel de baño y a curiosear. Hay otros que vienen ya con artículos en mente que previamente vieron en otra tienda o en la página web, como computadoras, teléfonos celulares y otros electrónicos con descuento. No todo tiene descuentos, hay etiquetas que solo ofrecen alternativas de financiamiento, pero todos esperan encontrar precios por debajo de los que vieron días antes.
Los socios comienzan a reunirse al interior de la tienda y inicia el trabajo de motivación previo a la apertura. Aplauden, gritan porras y se alistan para iniciar su jornada. En la salida de las cajas, está Guadalupe cenando un sándwich. Su turno empezó a las 17 horas y dice que tal vez termine a las 3 de la madrugada. Pero no está segura. La política de Sam’s, como en el resto de los formatos de Walmart, será mantener las tiendas abiertas hasta que el último cliente se marche.
23:57 horas y los socios de chalecos azules comienzan a formarse a un costado de las cajas de ollas, impresoras y pantallas que guían la entrada a la tienda. Se toman selfies y sonríen emocionados. Ricardo sostiene la cadena que abre la puerta, mientras que las porras empiezan de nuevo y los clientes esperan afuera formados y sin perder su lugar.
Las primeras personas en entrar los hacen corriendo, otros empujan varios carritos. La primera parada es la zona de electrónicos. En no menos de tres minutos, más de 10 clientes ya están en cajas esperando pagar sus pantallas, pero las cajas comenzarán a cobrar a las 00:15. En los pasillos, una mujer empuja una pantalla de 75 pulgadas, otros miran precios y otros más llaman por teléfono o hacen búsquedas de costos en internet.
Los pasillos menos concurridos son los de despensa y congelados. En el departamento de ropa, hay quienes se prueban por encima pantalones y chamarras, mientras los socios siguen colocando carteles de precios. En Vinos y Licores hay promociones de 4x3, pero no hay venta sino hasta las 7 horas y un par de clientes comienzan a vaciar sus carritos y otros se marchan en medio de reclamos a los socios por no advertir la medida. La noche apenas inicia.