Más allá del cambio de horario, es la variación en el entorno del pasajero lo que termina derivando en cansancio, explica Francisco Ortigoza, director de asuntos técnicos y del exterior de la Asociación Sindical de Pilotos Aviadores (ASPA) de México.
“Tiene efectos físicos y psicológicos. El cuerpo tiene su ciclo de alerta y de descanso, es como una onda eléctrica que se llama ritmos circadianos, que regula cuándo tenemos sueño y cuándo tenemos que dormir. Tanto el ciclo de alerta como el de descanso se activan por diferentes causas; el de alerta se incrementa con la luz azul, por ejemplo, porque nuestro cerebro está programado para eso, para estar alerta de día”, indica.
Por ello, el pasajero se halla en una situación susceptible, que puede agravarse si se entra en un escenario de estrés, de mala alimentación, deshidratación, insomnio y consumo excesivo de alcohol, indica la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA, por su sigla en inglés).
¿Cómo evitarlo?
Los efectos del jet lag pueden ser minimizados desde dos frentes: por el usuario, y por el entorno en el que vuela.
Del lado del pasajero, la OMS recomienda descansar lo mejor posible antes del vuelo, incluso habituándose al nuevo horario días antes del vuelo, y aprovechar cualquier oportunidad que se tenga para dormir. Las siestas cortas –de menos de 40 minutos– pueden ayudar, además de limitar el consumo de alcohol, ya que puede interrumpir el sueño y hacer que éste sea de menor calidad.
En el destino, se sugiere intentar crear las condiciones adecuadas para dormir de la manera más normal posible, buscando un bloque de sueño de cuatro horas durante la noche local para intentar regular nuestro reloj interno.