“Originalmente es una compañía que se funda de distintos grupos, por lo que teníamos oficinas en Santa Fe, Lomas de Chapultepec y Eje 10 sur en la Ciudad de México. En términos de espacios éramos bastantes disfuncionales, en los últimos cinco años pasamos de ser una compañía de 50 colaboradores, a entre 270 y 300”, contó a Expansión, Igal Rubinstein, director ejecutivo y miembro del Board en Sekura.
Con la última adquisición a finales de 2018, la compañía requirió de un mayor espacio que ayudara a crear comunidad entre los trabajadores, hacer más eficiente el trabajo y consolidar el equipo, pues distintos colaboradores provenían de diferentes empresas.
“En el caso específico de la compañía central, hace 5 años optamos por destruir, literalmente las paredes de nuestras oficinas privadas, e irnos a un esquema de open office, nos fuimos del blanco al negro, de tener despachos, a sentarnos codo a codo sin distinción, sin importar jerarquía”, detalló Rubinstein.
El equipo de Sekura estrenó y trabajó en sus oficinas en Artz Pedregal, al sur de la CDMX.
“El impacto rebasó todas las expectativas, los colaboradores en su vida se imaginaron tener un espacio de trabajo con esa cantidad de metros cuadrados, áreas comunes, con perfil de cuando menos 25 formatos de salas abiertas para que la gente se siente a tomar un café, trabajar colaborativamente, fueron 3 a 4 meses trabajando ahí, el impacto fue brutal, se vio la unión entre colaboradores, la productividad colaborativa fue el impacto número uno que vimos”, comentó el ejecutivo en entrevista.
Apostar por grandes salas, sillones puf, mesas de peculiar diseño, contar con espacios abiertos durante los meses previos a la pandemia ayudó a los colaboradores de Sekura a desprenderse de su lugar de trabajo porque son lugares medianamente fijos que no permiten tener cajonera, artículos personales, con el fin de que el colaborador no genere un vínculo con el lugar, que el colaborador sea capaz de trabajar en cualquier lugar.