“Cerré el negocio cuando se cancelaron las clases. En agosto volví a abrir, a pesar de que las clases serían por televisión. Puse acrílico, gel antibacterial y cartulinas fosforescentes anunciando descuentos y que era un local limpio. Aun así, hubo días que no vendí ni un lápiz. Ya no salía ni para pagar la renta del local, así que tuve que cerrar de manera definitiva”, cuenta.
En México, la papelería de Doña Cata es una de las 15,000 pequeñas papelerías que desaparecieron, ante la propagación del COVID-19 y la suspensión de clases presenciales. Hay otras 105,000 papelerías que, con dificultades, se han mantenido a flote, de acuerdo con cifras de la Asociación Nacional de Fabricantes de Artículos Escolares y de Oficina (ANFAEO).
Las papelerías locales son el último eslabón de la cadena, que se compone por unos 50 fabricantes e importadores, más 500 mayoristas y distribuidores. Antes del coronavirus la industria, en conjunto, generaba 1.5 millones de empleos directos y 4 millones de empleos indirectos.
“Tras el cierre de las escuelas, las ventas de los fabricantes e importadores cayeron 50% en comparación con el 2019, mientras que para los mayoristas y distribuidores la caída ha sido del 70%”, dice Diego Céspedes Creixell, presidente de la ANFAEO.
Antes del coronavirus, el gasto promedio por surtir la lista de útiles escolares de un estudiante de educación básica era de 555 pesos, según Céspedes. Sin contemplar uniformes, libros, calzado y mochilas. Ahora, la poca venta ha recaído en los autoservicios, siendo los libros para colorear lo que más llevan los padres de familia.
Sin clases presenciales ni lista de útiles que surtir para el último ciclo escolar, la asociación anticipa que este año el sector dejará una derrama económica de 7,000 millones de pesos, menos de la mitad de los 20,000 millones de pesos que dejó en el 2019. El empleo del sector se ha reducido 33%.