“En el comedor, ves que ya todos llevan comida, y antes muchos salían a comer; de hecho, todos los días nos llevan comida del comisariato –de lo que dan en los aviones–; por ahí del mediodía llevan unos carritos con sándwiches, cuernitos, refrescos y aguas, para todos los que están laborando. Pero no vas a estar todos los días así. Además, tú comes ahí ¿y a tus hijos qué les das?”, dice.
Pese a estar en una situación similar, Jair aún se mantiene laborando, quizá porque esta no es la primera crisis que enfrenta. Después de trabajar en Mexicana de Aviación desde 2007 hasta su cese de operaciones, en 2010, pasó a formar parte de Interjet desde 2014, donde ahora vive un déjà vu.
“¿Cómo le he hecho para sobrevivir? Como dicen coloquialmente: los bienes son para aliviar los males. Yo vendí mi carro, y con eso estoy saliendo. Tengo un hijo de cinco años y otro de un año, están chiquitos y no entienden lo que pasa”.
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Aunque la pandemia tomó desprevenida a toda la industria aérea, el caso de Interjet se agravó por la larga lista de deudas que ha venido arrastrando, algunas incluso desde 2013, como sus compromisos pendientes con el fisco, mientras que otras se han ido agregando en el último año, como los pagos del combustible, los reembolsos a pasajeros por las cencelaciones de vuelos en medio de la pandemia de coronavirus y, más recientemente, el pago de los salarios.
Al respecto, Oscar Portocarrero, abogado defensor de alrededor de 70 trabajadores y 50 ex colaboradores de Interjet, explica que la capacidad que los empleados tienen de soportar la crisis de la aerolínea varía en función de cada puesto; mientras supervisores y algunos colaboradores de alto rango han podido sortear la falta de pago con sus ahorros, otros están vendiendo algunos de sus bienes o incluso pidiendo préstamos.
“Ahorita ellos ya están aportando más de lo que están obteniendo de la empresa, tienen que ver diferentes alternativas para sacar a su familia adelante”, dice.