No hay hueco por dónde escapar, dicen los empresarios. La confianza de los participantes del mercado eléctrico ha tocado su punto más bajo. Lo que parecía una prometedora industria, con la apertura formal que dio la reforma energética, ha comenzado a avanzar en sentido contrario a la liberalización. Y las compañías, muchas de las cuales llegaron después de 2013, han empezado a hacer maletas, dar un giro a sus estrategias, adelgazar su nómina o ya piensan en vender sus activos.
El CEO de una compañía internacional, que ha pedido el anonimato como el resto de empresarios que dieron su testimonio para este reportaje, describe la última reforma en el sector como algo que ya sobrepasó la “escaramuza” y con lo que ya no se puede convivir. Su plan de inversión se ha quedado en el 10% de lo planeado, solo para mantenimiento y gasto corriente.
“[La reforma a la ley] ataca a toda la participación privada, los autoabasto, a los productores independientes de energía. No hay hueco por dónde escaparse, ni para quien financia ni para el que ha invertido ni el que es cliente. Esta vez no hay por dónde escaparse”, decía unos días antes de la aprobación de la reforma a la Ley de la Industria Eléctrica en el Senado.
Por ahora la reforma a la ley, el último cambio promovido por el gobierno, ha sido detenida debido a una serie de amparos presentados por la iniciativa privada y organizaciones ambientalistas ante jueces en competencia. La suspensión tendrá validez durante el tiempo que dure el juicio, que puede extenderse hasta un año.