López Obrador inauguró el AIFA el 21 de marzo, día del natalicio del héroe mexicano del siglo XIX, Benito Juárez. "Yo pienso que está al 100 el aeropuerto, completamente concluido", dijo el presidente en la gran inauguración.
Pero después de la majestuosa ceremonia de inauguración del más nuevo aeropuerto de Ciudad de México el mes pasado, a 45 kilómetros al norte del centro de la capital, la obra aún está en construcción. Cercas de tela metálica cubiertas con lonas verdes bordean la entrada al recinto mientras el polvo pintaba el cielo de un tono rojizo cuando los equipos de construcción continuaban con la excavación.
No se ve ni una maleta allí recientemente, según confirmó la agencia de noticias Reuters en un recorrido hecho recientemente, solo el anuncio titilante en una pantalla que anunciaba un único vuelo de la empresa Aeroméxico llegando desde la localidad mexicana Mérida y con demora. La realidad contrasta con el resultado vendido por López Obrador, quien calificó el proyecto como "uno de los mejores aeropuertos del mundo" antes de la inauguración.
Los problemas iniciales podrían ser embarazosos para el presidente, quien hizo de la obra un proyecto clave de su administración. También daría argumentos a la oposición que durante mucho tiempo ha criticado la obra y la ha calificado como una iniciativa vana.
El mandatario inquietó a inversionistas cuando canceló un aeropuerto anterior de 13,000 millones de dólares que quedó parcialmente construido por su antecesor, argumentando que la propuesta estaba plagada de sobornos, era muy costosa y estaba mal ubicada.
En cambio, ordenó al Ejército que construyera el nuevo aeropuerto comercial en los terrenos de la base aérea militar Santa Lucía.
Pero además de las obras de construcción inconclusas, el proyecto también sufre por carreteras congestionadas que lo unen con la ciudad y no tendrá conexión ferroviaria hasta el próximo año. Es más, no permite que lleguen pasajeros o sean recogidos a través de servicios de transporte compartido mediante aplicaciones.
Todavía se está construyendo una nueva conexión de autopista al nuevo aeropuerto, aunque una empleada dijo que lo ya construido redujo su tiempo de viaje a la mitad.
López Obrador dijo esta mañana que el tiempo de traslado hacia el AIFA se repone al momento de llegar a la terminal aérea. Además, aseguró, su tecnología permite ahorrarse hasta una hora en trámites para ingresar a la sala de espera.
Turistas llegan, pero no para viajar
De las 14 llegadas y salidas confirmadas en el AIFA durante el recorrido hecho por Reuters, en comparación con los cerca de 900 vuelos diarios en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, un puñado fueron vuelos militares, según las bitácoras.
Desde su apertura, el nuevo aeropuerto ha promediado alrededor de una docena de vuelos por día, según muestran los registros de operaciones. El Ejército ha estimado que la obra atenderá a 2.5 millones de pasajeros este año y el doble en 2023, reportaron medios mexicanos.
Dentro del nuevo aeropuerto los mostradores para registro estaban vacíos, incluso cuando las aerolíneas mexicanas Volaris, Aeroméxico y VivaAerobus, así como la venezolana Conviasa, anunciaron rutas hacia y desde ahí.
Un empleado que trabaja con aerolíneas afirmó que se estima que los vuelos en AIFA cuesten aproximadamente la mitad de los que iban y venían del viejo aeropuerto de Ciudad de México debido a que es más baja la tarifa de uso de las instalaciones y por incentivos gubernamentales.
Volaris informó a Reuters que los costos de los vuelos serían más bajos, aunque aclaró que no estaba recibiendo subsidios. Las otras aerolíneas no hicieron comentarios.
El aeropuerto debería tener en algún momento dos pistas comerciales, según muestran los planes de construcción pública, aunque actualmente solo una está en funcionamiento.
"Poder aterrizar dos aviones o que despeguen o combinadas las operaciones al mismo tiempo (...) ni siquiera el aeropuerto de Ciudad de México lo tiene", dijo Víctor Manuel Peña, profesor de ingeniería aeronáutica del Instituto Politécnico Nacional (IPN).
Más allá del personal para el control de la seguridad, hay trabajadores construyendo locales para Krispy Kreme y Starbucks, mientras que una tienda de recuerdos mexicanos y una pastelería apenas habían abierto. La mayoría de los lugares están cerrados y cubiertos con carteles donde se lee "próximamente".
Al final de la tarde muchos turistas se arremolinaban en las poco más de 1,500 hectáreas de terreno, aunque no para viajar. Muchos de ellos eran vecinos curiosos o empleados en su día libre, familias que se quedaron mientras se ponía el sol con la esperanza de ver aterrizar el vuelo retrasado de Aeroméxico.
Con información de Reuters y Juan Tolentino