Comalcalco, Tabasco. Cuando se le pregunta a Remedios Hernández qué significa para él la reserva Río Playa, dice que es “un proyecto que da vida”. A unos 15 kilómetros de donde hoy se construye la refinería Dos Bocas , él, su hermano Rutilio y otros ejidatarios han logrado sembrar unas 250 hectáreas de mangle, un árbol leñoso que se da de manera natural en algunas zonas costeras –como donde hoy está ya el proyecto presidencial–, pero no en Río Playa, donde se ha convertido en un símbolo de resistencia dentro de un territorio históricamente definido por la actividad petrolera.
La historia de Remedios, de Rutilio y de Río Playa no comenzó a la par del megaproyecto. “Sería injusto decir que Río Playa comenzó con la refinería”, señala el primero. Pero la construcción del complejo les recuerda las afectaciones que por años ha ocasionado la industria petrolera –principalmente la estatal Pemex– en Tabasco, y ha despertado el temor sobre la contaminación que traerá en el futuro. Para la construcción, el gobierno federal acabó con 270 hectáreas de vegetación, según Global Forest Watch. Ahí, antes se extendía una enorme zona selvática, rodeada por un manglar y un río que rodea algunos municipios de Tabasco y desemboca en el mar.
El manglar aún se observa cuando se pasea en lancha sobre el río, pero la escena de un terreno árido es la que ahora prevalece en Paraíso. “Nos hemos dado cuenta que los manglares son nuestra protección ante las tormentas y los huracanes, gran parte de lo que había en Paraíso fue derribado. Ahora lo que nos está protegiendo son nuestros manglares, los que nosotros sembramos”, dice Remedios, sentado en el patio de la casa de su hermano Rutilio.
De alguna manera, estos ejidatarios del municipio de Comalcalco han sembrado una cantidad de mangle similar a la que se destruyó para la construcción de la refinería.