¡Crece, crece, crece!
Kavak surgió en 2016 como una alternativa para comprar o vender un auto usado. Carlos García Otatti había estado madurando la idea –junto con su socio Roger Laughlin y su hermana Loreanne García Otatti–, luego de ser estafado al intentar comprar un auto seminuevo en México. Todo el modelo de negocio giraba en torno al desarrollo de una plataforma en la que los clientes pudieran comprar o vender un auto, de forma fácil y segura, desde su teléfono o computadora. Sin puntos de venta físicos y sin vendedores.
Kavak empezó con un pequeño inventario de tres autos en un estacionamiento rentado en la colonia Roma, en la CDMX. Los tres socios tenían claro que necesitaban inversionistas para escalar el negocio y, entre 2016 y 2020, levantaron cerca de 400 millones de dólares, en tres rondas de inversión, lideradas por fondos como Kaszek Venture, Mountain Nazca y Softbank. Esto permitió que Kavak alcanzara una valuación de 1,000 millones de dólares y se convertiera en el primer unicornio mexicano a finales de 2020.
En abril de 2021, los tres fundadores levantaron otros 485 millones de dólares, con lo que Kavak alcanzó una valuación de 4,000 millones, y cinco meses después –en medio del furor de los inversionistas privados por aprovechar las bajas tasas de interés para invertir en capital de riesgo–, levantaron otros 700 millones en su Serie E, liderada por la firma estadounidense de capital de riesgo General Catalyst, con lo que duplicó su valuación y se convirtió en el segundo unicornio más valioso en Latinoamérica, después de la fintech brasileña Nubank.
Eso le permitió escalar rápidamente el negocio: en menos de seis años, la plataforma, que en 2016 empezó con cinco personas, sin una oficina y con un inventario de tres autos, pasó a tener operaciones en México, Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú, Turquía, Emiratos Árabes Unidos, Omán y Arabia Saudita, y una plantilla de más de 8,500 empleados a nivel global. En México, Kavak también abrió un gran centro de reconocimiento de vehículos en Lerma, Estado de México, y puntos de contacto en seis estados, en donde tiene distribuido un inventario de más de 6,000 unidades, según información de su sitio web.
Un ecosistema bajo presión
Kavak pertenece a un ecosistema que premia el crecimiento acelerado, más que la rentabilidad. La misma definición de empresa unicornio reconoce esta capacidad que tienen muy pocas empresas tecnológicas de alcanzar una valuación de 1,000 millones de dólares en menos de 10 años de su creación.
“Las empresas unicornio se explican por el tipo de capital que está detrás de ellas, el venture capital, que tiene ese mandato de crecer y crecer y crecer. Todo aquello que se haga por subir la valuación en el menor tiempo posible es aplaudido por los inversionistas”, dice Luis Antonio Paredes, director del Centro de Investigación en Iniciativa Empresarial del Ipade.
Pero esto –advierte– también genera retos para las empresas. "Mantener el control en algo que crece 10 veces al mes es difícil. Se puede perder muy fácilmente el control de la estructura porque no puedes estar en tantas cosas al mismo tiempo. Hay unicornios que se enfocan tanto en incrementar su valuación que pierden el foco en el modelo de negocio y en la rentabilidad".
Vincent Speranza, director general de Endeavor México, coincide con Paredes en que hay un riesgo en el crecimiento acelerado. “No es lo mismo tener en la oficina a 20 personas, que tener a 200 o más, repartidas en tres países. Tampoco es lo mismo vender tres coches que vender 1,000. Todo cambia de startup a scaleup”.
Uno de los mayores retos que ha tenido Kavak, en medio de su crecimiento acelerado, es el servicio al cliente. Entre 2019 y septiembre de 2022, unos 251 consumidores interpusieron una queja ante la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco). Según el Buró Comercial de Profeco, el número de denuncias interpuestas ha subido exponencialmente: mientras que en 2019 solo un cliente puso una queja, en los primeros nueve meses de 2022 se han registrado 154. Este número es 66% mayor comparado con las 93 quejas interpuestas ante la Profeco en 2021. Las inconformidades van desde la negativa por el cambio o devolución del vehículo, devolución de depósito o no hacer efectiva la garantía, hasta el incumplimiento de plazos para la entrega del vehículo.
Expansión buscó a Kavak, pero la empresa no estuvo disponible para dar opiniones sobre su servicio al cliente.
Kavak asegura en su página web que el proceso de compra dura en promedio siete días, pero tras el problema derivado por la solicitud de reemplacamiento del Jeep Renegade azul, Israel Miranda no tuvo más noticias sobre cómo o cuándo sería la entrega del modelo. Esto le extrañó, ya que “antes de dar el enganche me podrían mandar 20 mensajes, pero después de que deposité ni uno”.
Paradójicamente Kavak generó en su cliente la misma sensación que tuvo García Otatti –socio fundador y CEO global– cuando lo estafaron. “No me entregaban el coche y ya tenían un enganche equivalente a más de la mitad del valor del modelo. La verdad a mí sí me dio miedo. Dije: 'ya me robaron'. No estás dando dos pesos y que en cuanto lo des desaparezcan… Eso te genera mucha ansiedad”, dice Miranda.
Llamó, mandó correos y mensajes, pero no obtuvo respuestas por ninguno de los canales de comunicación oficiales de la empresa. Fue a una de las sucursales de Kavak, pero tampoco encontró a nadie que le pudiera dar respuestas. “Vas y te la pasas una o dos horas allí para que te digan: 'ok, ya lo anoté en un papelito o ya levanté un reporte. Nosotros te avisamos'. Y jamás te avisan”.
Entonces decidió recurrir a Twitter. Escribió: “Kavak es un fraude, pagué un coche hace ocho días y no me lo han entregado. Nadie da la cara, he hablado en 15 ocasiones y nadie me responde. No compren. Cuidado. #KavakFraude”.
Su tuit generó una bola de nieve. Su caso no era aislado y varios usuarios de la red social se sintieron identificados con su experiencia y empezaron a dejar comentarios contando su caso. Entonces Kavak contestó al tuit, le pudieron sus datos y le dijeron por mensaje directo (DM) que lo buscarían. “Me contactaron y me lo arreglaron, literalmente, en cinco minutos. Fue una diferencia abismal, el día y la noche”, dice Miranda.