Las grandes compañías de telefonía celular, como Telcel, AT&T o Movistar, requieren un mínimo de entre 2,500 y 5,000 usuarios para ofrecer servicios. Pero lugares como Santa María Yaviche, con 600 habitantes -de acuerdo con el último dato disponible- no representan un mercado atractivo para los gigantes de la telefonía y los datos.
“Los operadores ya han dicho que aunque les regalen el espectro no podrán llegar a zonas rurales porque el costo de capital para el mantenimiento de la red es altísimo”, dice Adriana Labardini, excomisionada del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT).
La falta de servicios de telecomunicaciones en zonas rurales ha puesto sobre la mesa la necesidad de crear sus propias redes para contar con servicios cercanos y asequibles. Hoy Rhizomática, por ejemplo, atiende alrededor de 4,000 usuarios de telefonía celular en comunidades indígenas de al menos cuatro estados del país. Todos ellos son a la vez usuarios y dueños de cada red comunitaria local.
Pero a casi una década de distancia de que se implementara con éxito una red de telecomunicaciones comunitaria en Santa María Yaviche, 3.2% de mexicanos sigue sin un equipo de telefonía celular y cerca de 24.4% de la población aún no tiene acceso a internet en México, de acuerdo con datos de la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) de 2021.
Para lograr el cierre de la brecha digital en zonas rurales es necesario promover estos modelos de redes comunitarias, y para Labardini una alternativa es mediante modelos de compartición de espectro, principalmente en aquellas regiones en donde los grandes operadores han reconocido que llevar conectividad es poco rentable.
La exfuncionaria del órgano regulador explicó, durante el primer Congreso Iberoamericano de Derecho Digital, que en ciertas zonas rurales existe una gran subutilización del espectro, ya que algunos licenciatarios no están utilizando algunas bandas y éstas pueden ser aprovechadas por pequeños operadores para acceder a servicios de conectividad.
“Hay que implantar nuevos sistemas de compartición de espectro para uso secundario (es decir, para satisfacer las necesidades de telecomunicaciones sin la finalidad de prestar servicios comerciales), especialmente cuando hay licenciatarios que no han hecho uso de sus frecuencias por 20 años”, apuntó Labardini.
En zonas rurales algunos operadores comunitarios han tenido que autogestionar su conectividad, desde capacitarse para atender sus redes, así como crear sus propios contenidos en sus lenguas maternas.
"Necesitamos políticas públicas claras que nos permitan acotar las brechas digitales entre lo urbano y lo rural. Si no hacemos algo, esas lenguas y sabiduría de las comunidades se irán perdiendo”, concluye.