El debate en torno a las corridas de toros en México es más que un choque cultural. Es un negocio multimillonario que evolucionó a lo largo de 500 años, desde pequeñas fiestas en rancherías hasta eventos masivos en la Plaza México. Sin embargo, una reciente ley en la Ciudad de México prohíbe el uso de objetos punzantes y la muerte del toro en la lidia. La industria enfrenta así una transformación de su modelo de negocio.
México es el país con la mayor afición taurina en el continente americano. La asociación Tauromaquia Mexicana estima el valor del sector en 6,961 millones de pesos. La industria integra la venta de boletos y la comercialización de la carne de los toros de lidia. Del total, 9.7 millones de pesos provienen de la derrama en restaurantes ambulantes, otros 11.4 millones corresponden a restaurantes establecidos. La derrama en hoteles asciende a 11.4 millones y en veterinarios a 24.6 millones.
A pesar de su relevancia económica, la tauromaquia enfrenta una creciente oposición de grupos animalistas y legisladores. “Los cambios afectan la cadena de valor del sector, con pérdidas absolutas para las actividades económicas alrededor de la fiesta brava”, advierte Salvador Arias, presidente de la Fundación de Cultura Taurina Rodolfo Gaona.