El nuevo modus operandi preocupa. Las bandas delictivas roban los vehículos de carga, ocultan a sus integrantes dentro de las cajas, y una vez que ingresan al centro de distribución, perpetran el robo desde adentro. “Nosotros ya tenemos diferentes filtros de inspección para entrar aquí, de tal manera que una vez que ingresa el camión a las instalaciones, revisamos también las cajas de la unidad para asegurarnos que no vengan grupos armados en ellas”, explica el personal.
Este nivel de sofisticación criminal ha obligado a las empresas logísticas a replantear sus protocolos de seguridad. De acuerdo con la Asociación Mexicana de Empresas de Seguridad Privada (AMESP), el uso de la violencia está presente en el 85% de estos asaltos. Las bandas no solo portan armas de mayor calibre, también utilizan drones para planear o ejecutar sus ataques.
“Las empresas ya no solo buscan guardias. Hoy buscan tecnología, buscan apoyo y asesoría, es decir, están buscando un servicio mucho más integral”, afirma Daniel Espinosa, presidente de la AMESP. La demanda por soluciones más completas ha crecido entre 30 y 40% en el último año, según datos del organismo.
No es solo una cuestión de percepción. Desde la perspectiva de la AMESP, el robo al transporte de mercancías y a los centros de distribución ha aumentado alrededor de un 28% en los últimos doce meses. Aunque las medidas de contención se intensifican, el fenómeno sigue en expansión.
“Hacer un estimado para todo 2025 es difícil, porque finalmente es delincuencia organizada, es un mercado totalmente negro. Tener cifras es complicado, porque ha tenido bastante crecimiento, pero nuestro interés es que se reduzca”, reconoce Espinosa.
Las empresas toman medidas
Kuehne+Nagel ha optado por endurecer la confidencialidad sobre las rutas, entregas y manejo de mercancías. Esta medida, lejos de ser simbólica, forma parte de las recomendaciones que la propia AMESP ha emitido para reducir la exposición al crimen organizado.
Otras empresas están recurriendo a la tecnología para reforzar sus sistemas. “Con la inteligencia artificial ya podemos estar brindando mayor seguridad con la detección de rostros. Ya se pueden detectar conductas inusuales a las afueras de los lugares o también, a través de la lectura de las placas de un vehículo si éste parece sospechoso”, afirma Sergio Loyola, director general de ASUME (Asociación de la Superación por México).
La implementación de herramientas predictivas y automatizadas ya no es una aspiración futura, sino una necesidad operativa. El objetivo: anticipar movimientos sospechosos antes de que los ladrones crucen las rejas.
Las zonas más golpeadas coinciden con los corredores logísticos de mayor importancia en el país. La ruta que conecta la Zona Metropolitana del Valle de México con Querétaro y hacia el norte, en dirección a la frontera con Estados Unidos, es uno de los principales focos rojos.
Otro punto crítico es el eje Veracruz-Puebla-Ciudad de México, por donde circulan las mercancías que ingresan al país por el Golfo de México. Esta ruta es esencial para el abasto de productos en la capital y el centro del país, lo que la convierte en blanco frecuente de los ataques.
A medida que los centros de distribución se convierten en el nuevo objetivo del crimen organizado, la frontera entre lo que ocurre en la carretera y lo que sucede dentro de los almacenes se difumina. La amenaza, simplemente, se ha desplazado de lugar.
La paradoja es clara: mientras se refuerzan las medidas para proteger las vialidades, el enemigo ya se encuentra adentro. El ladrón ya no acecha desde la autopista. Está en la caja del camión. Está esperando a cruzar el siguiente filtro.
El impacto va más allá del costo de las mercancías robadas. Las empresas deben invertir cada vez más en seguridad privada, tecnología, capacitación y blindaje legal, lo que erosiona su rentabilidad y complica la operación logística.
Y el costo humano también está presente. Cada nuevo incidente pone en riesgo la vida del personal operativo, choferes, custodios y trabajadores de los centros de distribución.
La seguridad, entonces, ya no es un valor agregado. Se ha vuelto condición mínima para que el negocio funcione. “Esto ya tiene que ver con capacitación y entendimiento sobre lo que realmente se necesita”, insiste Espinosa.
Por ahora, las puertas siguen abriéndose en el centro de distribución de Cuautitlán Izcalli, pero ninguna caja entra sin revisión. El temor no está en la carretera. El miedo ahora viaja adentro.