Sergio Álvarez, senior manager de coffee development, lo define como una transición natural hacia perfiles más amables. “Este café está pensado para quien apenas empieza a acercarse al café negro. Es más delicado, más elegante y más fácil de tomar, algo que conecta muy bien con las nuevas generaciones”, dice.
A esto se suma una señal del consumidor mexicano, pues crece la búsqueda de productos con mayor transparencia en el origen y un interés más directo por el trabajo de pequeños caficultores. El país vive una etapa en la que el café de especialidad gana terreno y donde el origen empieza a tener el mismo peso que la marca.
La nueva mezcla nació en el centro de investigación agronómica de Starbucks, donde cualquier desarrollo toma entre 12 y 18 meses. El equipo partió de los sabores más pedidos en tienda y los llevó a una versión más precisa en acidez, aroma y balance. Para Álvarez, esta edición tiene una identidad propia porque retoma lo que ocurre en la barra y lo traduce en un café que no existía en el portafolio.
El movimiento adquiere mayor significado cuando se compara con otros mercados. Starbucks compra café en cerca de 30 países, aunque más de la mitad proviene de Latinoamérica, lo que mantiene a la región en el centro de su abastecimiento global.
Brasil y Colombia tienen más volumen, pero ninguno cuenta con una red de tiendas capaz de escalar un café local a la magnitud que permite México. En Europa, el consumo avanza, pero ningún país de la región figura entre los siete mercados más grandes del mundo para la marca. México reúne algo que no es común y es una demanda elevada, capacidad operativa y un consumidor dispuesto a probar cafés de origen.
Ese equilibrio explica por qué este lanzamiento puede convertirse en un modelo para la compañía. Las regiones productoras de Chiapas, Veracruz, Puebla y Oaxaca aportan altura, acidez y atributos sensoriales reconocidos a nivel internacional. “No es posible que no tengamos un café de México. Es así de importante para nosotros”, señala Ritesh Sharan, director del Global Agronomy Center.
El trabajo técnico también avanza en otro frente elevar la productividad del campo mexicano. La producción pasó de cuatro a alrededor de seis o siete sacos por hectárea y la siguiente meta es llegar a diez sin ampliar la superficie cultivada. “Queremos que los productores obtengan más de su misma tierra”, explica Sharan. La expectativa es que una mejor productividad se traduzca en ingresos más estables para los caficultores y en una oferta más consistente para la cadena.
La edición especial fortalece además la conexión emocional con el origen. En México, cualquier espresso que sale de la barra se prepara con café nacional, una decisión que forma parte de la identidad de la marca en el país. Arias ve en ello una oportunidad para proyectar esa historia en otros mercados. “Queremos que el consumidor mexicano se sienta honrado del café que toma y que también represente al país fuera de México”.
El lanzamiento de 2026 amplía el portafolio y también prueba hasta dónde puede llegar México dentro de una categoría impulsada por origen, narrativa y escala global. Si la mezcla tiene buena recepción en los 22 mercados, el país podría convertirse en un punto de desarrollo para nuevos productos de café de origen en el futuro. Es el inicio de una etapa en la que México aspira a pasar del campo a la estrategia global de la marca.