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Sanidad, T-MEC y precios, el triple frente de la carne en 2026

La suspensión de exportaciones por gusano barrenador golpeó al sector cárnico en 2025. La crisis deja costos millonarios, presiona precios internos y se perfila como tema clave rumbo al T-MEC.
mié 10 diciembre 2025 05:55 AM
Curious cow looking to the camera at cattle farm.
El primer caso de gusano barrenador en México se detectó en noviembre de 2024. (Foto: Smederevac/Getty Images/iStockphoto)

La mañana en que Estados Unidos volvió a cerrar de forma temporal su frontera a la importación de reses vivas mexicanas, por un nuevo foco del gusano barrenador, los corrales del norte del país comenzaron a llenarse de animales que ya no podían cruzar. En el mercado, el impacto no fue inmediato, pero el ajuste terminó llegando al precio final de la carne. Así transcurrió 2025 para la industria cárnica mexicana, entre controles sanitarios, bloqueos comerciales y un debate que ya se asoma hacia la renegociación del T-MEC en 2026.

La plaga del gusano barrenador no es un episodio menor. A más de un año de la detección del primer caso en el sureste mexicano, la emergencia no ha logrado erradicarse y se ha convertido en uno de los mayores retos sanitarios recientes para la ganadería nacional, con efectos directos sobre exportaciones, precios internos y la relación comercial con Estados Unidos.

México, Canadá y Estados Unidos conforman el segundo mayor mercado integrado del mundo, con un valor anual de 7.8 billones de dólares en mercancías comerciadas internacionalmente, de acuerdo con datos de Comecarne. Para el sector cárnico, esta integración ha sido un pilar para el desarrollo regional, la inversión en infraestructura sanitaria y el flujo constante de exportaciones hacia el mercado estadounidense.

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Desde la industria se insiste en que la crisis deja más lecciones de cooperación que fricciones. “El gusano barrenador es un excelente ejemplo para cuando nos sentemos a la revisión del T-MEC, de que tenemos que fortalecer los temas de regionalización, que ya existen en la parte práctica, y se ve cómo se generan estructuras adecuadas para continuar el comercio”, dice Macarena Hernández, directora general del Consejo Mexicano de la Carne (Comecarne).

Desde su perspectiva, la coordinación trinacional ha sido clave para contener una amenaza que no reconoce fronteras. “A todos nos interesa que las enfermedades no se diseminen”, dice Hernández, al subrayar que la experiencia con otras emergencias sanitarias ha demostrado que, con acuerdos vigentes, los tiempos de respuesta son más cortos.

El golpe sanitario y el freno a las exportaciones

El primer punto de quiebre llegó en noviembre de 2024, cuando se detectó una res infectada en un punto de revisión ubicado en Catazajá, Chiapas. A partir de ese momento, los gobiernos de México y Estados Unidos activaron mecanismos de cooperación para frenar la diseminación de la plaga, con el sureste del país como uno de los principales frentes de contención.

Como uno de los primeros pasos formales, en agosto de este año ambos países firmaron un plan de acción para el control del gusano barrenador, enfocado en controles de movilización de ganado, fortalecimiento de la vigilancia sanitaria y protocolos de importación más estrictos. El acuerdo incluyó un componente industrial clave: la construcción de una planta de moscas estériles en Chiapas, que se espera inicie operaciones en el primer semestre de 2026.

Del otro lado de la frontera, el gobierno estadounidense anunció la construcción de una fábrica similar en el sur de Texas, con una inversión de 750 millones de dólares, destinada a evitar que las larvas crucen hacia su territorio y afecten su propia industria ganadera. La estrategia binacional se sostiene en la liberación masiva de moscas estériles para romper el ciclo reproductivo de la plaga.

Pese a estos esfuerzos, la emergencia se mantuvo activa durante buena parte de 2025 y derivó en restricciones comerciales que golpearon directamente a los productores mexicanos. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos detuvo de forma temporal la importación de reses vivas, lo que significó dejar de enviar un millón 186,000 cabezas de ganado.

Ese freno tuvo un valor económico inmediato. De acuerdo con cifras de Comecarne, el bloqueo representó un impacto de 1,552 millones de dólares en exportaciones no realizadas, una presión financiera directa para engordadores, transportistas y exportadores especializados en el mercado estadounidense.

Desde el organismo empresarial aseguran que, pese al tamaño del golpe, no ven trabas estructurales en la negociación del T-MEC ni un rompimiento en la relación comercial por esta crisis sanitaria. Por el contrario, destacan la cooperación como un activo que se ha fortalecido en medio de la emergencia.

La directora de Comecarne admite, sin embargo, que la plaga exhibió fragilidades en el sistema de vigilancia sanitaria del país. “Empezamos a ver cómo esta debilidad de los sistemas hoy de vigilancia, por los bajos recursos que se han inyectado a esta necesidad que debe de ser principal. Cada vez tiene menos recursos y pues eso nos pone más en riesgo”, señaló.

Aunque reconoce los esfuerzos conjuntos de ganaderos y autoridades, también advierte que los resultados no serán inmediatos. “Sabemos que se están haciendo esfuerzos con los ganaderos y con el gobierno para controlar y detener la enfermedad. Sin embargo, bueno, pues esto no va a ser a corto plazo”, añadió Hernández.

Presión de precios y riesgos hacia 2026

Mientras la exportación de ganado en pie se mantuvo intermitente, la presión se trasladó al mercado interno. La dependencia estructural del sector mexicano respecto al mercado estadounidense amplificó los efectos de los bloqueos y terminó por reflejarse en un ajuste gradual de precios al consumidor.

En paralelo, el consumo de carne en México avanzó 4.2% en 2025, impulsado por la mejora en el salario, los programas sociales y el efecto del Paquete Contra la Inflación y la Carestía (PACIC), que permitió contener parcialmente los precios de algunos alimentos básicos.

Ese equilibrio, sin embargo, podría romperse en 2026. La nueva nomenclatura del programa dejaría fuera del esquema de productos libres de arancel a la carne de res y pollo que ingresa desde países de Sudamérica, entre ellos Brasil, lo que eliminaría uno de los factores de contención de precios para estas proteínas.

“La carne de res y de cerdo deben permanecer en el PACIC para estabilizar el mercado cárnico nacional en 2026”, dijo Hernández. “El programa no solo influye en bajar los precios, tiene un efecto positivo en el resto de bienes que conforman el suministro de abasto cárnico en el país”, añadió.

De acuerdo con información de Comecarne, el ingreso de proteínas de res y pollo dependerá ahora de un mecanismo de cupos, con volúmenes limitados, lo que introduce un riesgo adicional de presión sobre los precios al consumidor, aunque aún no hay un estimado oficial del posible impacto.

Los datos ya muestran un entorno de encarecimiento. Entre enero y octubre de este año, el precio de la carne de res aumentó 15.1%, la de cerdo se elevó 9% y el pollo avanzó 7.4%, en un contexto donde la inflación general ha comenzado a moderarse, pero los alimentos siguen mostrando rigidez a la baja.

“El programa para enfrentar la inflación ha sido efectivo y se debe considerar para volver a normalizar el mercado, puesto que en este 2025 hemos tenido alzas significativas, alzas importantes en lo que es esta cadena cárnica”, dijo Macarena Hernández.

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