Sus invernaderos funcionan como una especie de fábrica -totalmente automatizada– donde ‘cultivan’ los nuevos productos a través de cientos de pruebas diarias y datos que recaban de plantas de soya, maíz, canola y semillas de girasol, entre otras.
“Cada 50 segundos pasa una planta a través de una cámara, como la de los celulares, que le toma una imagen hiperespectral en una escala de verdes y azules, con la que podemos calcular el nitrógeno de una hoja, por ejemplo. Después de analizar esos datos podemos cuantificar características específicas fisiológicas, como la clorofila, y predecir diferencias experimentales”, detalla Eric Shcultz, encargado de esta área.
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La compañía posee más de 150 centros de Investigación y Desarrollo, y más de 65 ingredientes activos.
Lanzar un nuevo producto toma hasta 15 años en el proceso de análisis e investigación. Los primeros cinco años los utilizan para avanzar en la investigación y el resto para hacer pruebas en campo.
La más reciente innovación de la compañía es CRISPR, en la que “editan la genética” para mejorar las características y la calidad de las plantas, Actualmente, maneja un producto piloto de maíz amarillo que ayuda a reducir costos de producción a los agricultores.
También ha ayudado a que los cultivos del trigo sean resistentes a enfermedades, que sea un producto de mejor calidad y ayude a que madure de manera más rápida.
El año pasado, Corteva Agriscience reportó ventas por 14,000 millones de dólares y cuenta con 20,000 empleados en más de 140 países.