Un claro ejemplo de estos temores se observó entre los productores de gas shale o de lutitas en Estados Unidos. Gutiérrez señala que lo primero que hicieron estas compañías fue salir a buscar coberturas para fijar los precios altos y así garantizar el precio del petróleo que venderán en los próximos 12 meses.
El tiempo que puede durar este escenario es incierto, pues las conversaciones pueden retomarse en cualquier momento.
Ana Azuara, analista de la institución financiera Banco Base, señala que existe la posibilidad de que los países de la OPEP aumenten la producción “a niveles que se sentirían cómodos”. Si esta previsión se cumple, estamos lejos de ver escenarios como los precios negativos de 2020 o cuando en 2014 el precio colapsó por una superabundancia de petróleo, especialmente promovida por Arabia Saudita. “No veo que ese sea su objetivo, porque todos los países vienen saliendo de una crisis económica”, comenta Azuara.
Sin embargo, los analistas dejaron claro que el mejor escenario para todos los productores es un acuerdo para satisfacer la demanda sin inundar el mercado, de lo contrario todos los miembros de la OPEP pierden.
Entre que se ponen de acuerdo, o no, los futuros del Brent y del WTI acumulan un avance de 41.6% y 48.8%, respectivamente, en lo que va del año. A ojos de los grandes productores -como Emiratos Árabes Unidos o Arabia Saudita- esto resulta apetitoso luego de que el flujo petrolero permaneciera restringido por más de un año.
A este ímpetu por abrir la llave del petróleo se suma el impulso que están ganando las energías renovables en particular en países desarrollados que han pactado eliminar los combustibles fósiles progresivamente en poco más de dos décadas.
“Lo que estamos viendo ahorita es temporal. Se quiere mantener el control de un precio que le convenga a los países petroleros que tienen que aprovechar los últimos años en que la energía fósil va a ser dominante”, dice Gutiérrez.