Los bonos vinculados a la sostenibilidad son el último de estos instrumentos en llegar a la Bolsa, en junio de 2021, y ya hay varios interesados, según José-Oriol Bosch, director general de la firma. “Se ha ido moviendo el mercado de bonos verdes, sociales, sustentables a este nuevo bono vinculado que ya tiene un propósito general”, comentó el directivo durante un evento para presentar un estudio sobre las inversiones con factores ambientales, sociales y de gobernanza (ASG).
Las cifras reflejan este atractivo: poco más de la mitad del total de la deuda sostenible proviene de los bonos ligados a la sostenibilidad, al recaudar 82,241 millones de pesos (mdp), de acuerdo con un estudio elaborado por el Consejo Consultivo de Finanzas Verdes con apoyo de la embajada británica en México, la BMV y otras entidades financieras.
A diferencia de otros bonos sostenibles, en los bonos vinculados los recursos recaudados no se están etiquetados para ser usados en proyectos ASG, sino que las empresas reciben una tasa más baja en el financiamiento solicitado al cumplir ciertos objetivos, fijados por ellas mismas y auditadas por un tercero, relacionados con la sostenibilidad.
La emisión más reciente de este tipo de bonos fue la de Volaris, en octubre. La aerolínea de bajo costo recaudó 1,500 mdp a una tasa variable TIIE+ 2%. La tasa permanecerá en ese nivel, si la aerolínea cumple las metas que se fijó de reducción de dióxido de carbono. Para 2023, 2024 y 2025, la firma se comprometió a reducir los gases de efecto invernadero en 21.54%, 24.08% y 25.53%, respectivamente, en comparación con 2015. En caso de incumplir, el pago a los inversionistas será un cuarto de un punto porcentual mayor.
Otro caso es el de Coca Cola Femsa. La empresa emitió un bono vinculado a la sostenibilidad, con el que se comprometió a mejorar su eficiencia en el uso del agua. En 2020, utilizó 1.49 litros de agua por cada litro de bebida producida. Para 2026 tiene el objetivo de recortar la producción a 1.26 litros.
Las metas suenan ambiciosas, al menos en papel. En ambos casos, sus objetivos superan lo establecido en su reporte anual de 2020. Pero una meta ambiciosa no asegura su cumplimiento. Por ejemplo, apenas el año pasado, Volaris no logró reducir a un mayor ritmo sus emisiones con respecto a 2019.