Dos de las incógnitas que coincide Molina con otros analistas que agitan el mercado de deuda son: la Fed y la inflación. Los inversionistas observan detenidamente a cualquier señal que les indique la presión que pondrá el banco central estadounidense en el freno para evitar que la economía se sobrecaliente. Un indicador que observan para intentar medir esto es el de la inflación. En marzo, el Índice de Precios al Consumidor subió 8.5%, un nivel no visto en cuatro décadas. “Eso no puede llevar a un aterrizaje suave”, dijo Molina.
En la misma sintonía están la mayoría de 100 economistas encuestados por la agencia de noticias Reuters. Estos especialistas del sector privado proyectaban dos subidas en las tasas de interés de la Fed de medio punto este año, la primera desde 1994, lo que llevaría al tipo de los fondos federales al 1.25%-1.50% en la reunión de junio.
Aún así, los mismos miembros de la Fed han llamado a la cautela. Particularmente, algunos investigadores de la Fed toman distancia cuando se trata de la curva de rendimiento invertida de los bonos de 2 y 10 años. “No hay razón para temer al diferencial de 2 y 10 años”, escribieron los economistas Eric Engstrom y Steven Sharpe, quienes forman parte del consejo de la Fed, en un estudio. En este documento, ambos mencionan que hay otros instrumentos de menor plazo que reflejan con mayor precisión la posibilidad de una recesión. Pero, los economistas acotan que aún así el “poder predictivo” de cualquier curva de rendimientos invertida es un caso de "causalidad inversa".
“Los diferenciales predicen las recesiones porque recogen las expectativas pesimistas -a menudo exactamente pesimistas- que los participantes en el mercado ya se han formado sobre la economía”, argumentaron Engstrom y Sharpe. “Sólo puede empeorar las cosas si los inversores no sólo temen la perspectiva de una recesión, sino que, al mismo tiempo, se asustan por ese miedo en sí mismo, que se refleja en los diferenciales a plazo invertidos”.