Las redes sociales, la nueva trinchera de Rousseff contra el gobierno interino
Inaccesible, aislada, centralizadora, fueron algunos de los adjetivos usados para definir a Dilma Rousseff durante su presidencia. Pero desde que fue suspendida, ejerce una actividad virtual febril y hasta montó una suerte de gabinete para responder dudas por Facebook.
En un esbozo de democracia directísima vía redes sociales, que también sirvió para descargar su menú de críticas al gobierno interino del presidente Michel Temer, Rousseff respondió el jueves preguntas de la población sobre la "extinción del Ministerio de Cultura", una de las primeras medidas de la nueva gestión, aunque este sábado el ministro de Educación, Jose Mendonca Filho, dijo que Temer lo restaurará.
Coronada por el hashtag #DilmaEJucaRespondem, la presidenta suspendida publicó en la red social una foto suya sonriente, donde aparece sentada frente a un computador portátil junto al exministro de Cultura Juca Ferreira.
"Es bueno recordar que la creación del Ministerio de Cultura fue una de las primeras medidas después de la conquista de las elecciones directas para la Presidencia de la República. Eso no fue una coincidencia. El fin de la dictadura (1964-1985) fue un período que permitió al país volver a soñar con más libertades", respondió ante una consulta sobre las consecuencias de la degradación de la cartera al rango de secretaría.
"Es como si quisieran volver al pasado autoritario", comentó.
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Dos presidentes
Antes de ser suspendida, las especulaciones la imaginaban solitaria, confinada y preparando su defensa en el deslumbrante Palacio de Alvorada, residencia presidencial que Rousseff conservará al menos durante 180 días, mientras dura su juicio político por presuntamente adulterar las cuentas públicas.
Pero además de disputarle la opinión pública en el mundo virtual, Rousseff anticipó que viajará dentro y fuera de Brasil para batallar políticamente contra un gobierno que considera "ilegítimo" y fruto de un "golpe de Estado".
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Y prácticamente no ha dejado pasar una sola medida de Temer, su exvicepresidente y aliado devenido en némesis, sin soltarle una crítica por Twitter.
El miércoles felicitó al elenco del filme brasileño Aquarius, que mostró carteles contra el impeachment en la alfombra roja del festival de Cannes. "Un beso enorme en nombre de la democracia", publicó en Twitter, además de reproducir el video de la protesta.
La crisis política que condujo al castigo de Rousseff un año y medio después de ser reelecta con más de 54 millones de votos abrió una era inédita donde conviven una presidenta suspendida, cuyos retratos aún reciben a los visitantes del palacio de Planalto, la sede del Ejecutivo, y un presidente interino.
Lucha por la supervivencia
En esa agua enturbiada también debió nadar el jueves otro de los enemigos políticos de Rousseff, Eduardo Cunha, presidente de la Cámara de Diputados y cerebro detrás del impeachment, cuyo mandato también fue suspendido, en este caso por la corte suprema.
Cunha, que aceptó el pedido de impeachment, ahora lucha por salvar su propia vida política en la comisión de Ética de la cámara que dirigía.
Se le investiga para determinar si mintió acerca de una serie de cuentas no declaradas en el exterior que serían de su propiedad.
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Acusado por la fiscalía de haber cobrado sobornos en el marco del colosal fraude en Petrobras, Cunha utilizó los mismos argumentos esgrimidos por los abogados de Rousseff para intentar rescatarla del proceso de destitución: cercenamiento del derecho a defenderse e incorporación de elementos ajenos a la acusación original durante el proceso.
Paradójicamente, los destinos de dos de los protagonistas principales de la feroz guerra política que sacude a Brasil parecen entrelazarse, mientras Temer trabaja contrarreloj para dar alguna señal de éxito en la tarea de sacar al país de la recesión económica y, de paso, oxigenar su bajísima popularidad.
Si el Senado sentencia a Rousseff en forma definitiva, Temer terminará su mandato el 31 de diciembre de 2018.