Kazami prometió "la verdad sobre todos los acontecimientos", mientras que en las redes sociales cunden los llamados para reiniciar las manifestaciones a partir del domingo.
El primer ministro se comprometió a "hacer que se rindan cuentas a todos los que hayan derramado sangre iraquí", pese a que su predecesor, Adel Abdel Mahdi, hubiera insistido en repetidas ocasiones que no se podía encontrar a los "francotiradores no identificados" que abatieron a decenas de manifestantes, que reclamaban una renovación total del sistema y de la clase política.
A pesar del anuncio de buena voluntad de Al Kazami, manifestaciones marcadas por breves enfrentamientos con la policía se registraron el domingo en varias ciudades de Irak, entre ellas Bagdad.
Decenas de manifestantes estaban reunidos en la emblemática plaza Tahrir de Bagdad, donde aún hay decenas de tiendas de campaña siete meses después de iniciadas las protestas, constató un fotógrafo de la agencia AFP.
"Hoy estamos enviando un mensaje. Damos 10 días (...) y si (el gobierno) no satisface nuestras reivindicaciones, vamos a endurecer nuestro movimiento", afirmó a la AFP el estudiante Mohammed en la plaza Tahrir.
El 1 de octubre, una revuelta inédita por su espontaneidad y su amplitud estalló en Irak, provocando la peor crisis social de su historia reciente.
El movimiento de protesta que reclamaba la reorganización completa de una clase dirigente que consideraba corrupta se debilitó después de haber sido reprimido con sangre, con más de 550 muertos, y las medidas adoptadas por las autoridades frente a la pandemia de COVID-19 lo hicieron prácticamente desaparecer.
Con información de EFE y AFP