Aunque Trump aseguró haber "oído muchas buenas historias" sobre ese medicamento contra la malaria, su uso contra el coronavirus no ha sido validado y los reguladores estadounidenses advierten que puede ser muy peligroso.
En realidad, el anuncio del mandatario no fue tan sorprendente. El multimillonario elige a menudo su propio camino en cuestiones de ciencia, incluso en plena pandemia.
En abril, durante una rueda de prensa con altos funcionarios de la salud, Trump preguntó si no se podría inyectar desinfectantes industriales a los pacientes de coronavirus.
Ante el revuelo causado por sus declaraciones, Trump dijo al día siguiente que sus palabras habían sido sarcásticas, aunque no hubiera ningún tono sarcástico en su voz.
La idiosincrasia del presidente respecto a la pandemia quedó aún más clara con otro asunto: el uso de mascarillas.
Mucho después de que los asesores médicos del gobierno recomendaran llevar mascarillas para frenar la propagación del virus, una medida aplicada ya en la mayoría de los países, Trump y su equipo aparecieron sin tapabocas.
Este mes, después de que empleados de la Casa Blanca con acceso a Trump contrajeran el coronavirus, se dio la orden de que todos llevaran mascarillas, excepto el presidente.
Se negó incluso a ponerse un tapabocas durante la visita a una fábrica de mascarillas en Arizona.