Esta etapa clave, que no podía tener lugar antes en razón de una cláusula inscrita en el texto, inicia un lapso de un año para que Washington pueda efectivamente concretar su salida. "El retiro será efectivo un año después de la notificación" dirigida el lunes a la ONU, señaló Pompeo en un comunicado.
Desde reemplazar el Plan de Energía Limpia hasta intentar aflojar los estándares de economía de combustible, este es otro impulso de una administración que ha hecho que revertir las regulaciones ambientales sea una prioridad.
Esta decisión también envía un poderoso mensaje al resto del mundo: que a medida que los efectos dañinos del cambio climático se vuelvan más evidentes, Estados Unidos, que de acuerdo con un análisis reciente ha contribuido más al calentamiento global que cualquier otro país, no será una parte de la responsabilidad internacional para resolver la crisis.
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La retirada sigue al anuncio del jefe de personal interino de la Casa Blanca, Mick Mulvaney, que el cambio climático no será parte de la agenda de la próxima cumbre del G7, que se alojará en Estados Unidos, así como la ausencia de Trump en la cumbre de Acción Climática, en septiembre, donde los países y las empresas se reunieron para anunciar sus planes para reducir las emisiones.
Los críticos de la retirada dicen que Estados Unidos, dejando un acuerdo que ayudó a negociar, dañará la posición internacional del país.