La protesta contra el coronavirus une en Alemania a neonazis y hippies
A pesar del excelente control de la pandemia en Alemania, el país vive protestas en las que se unen neonazis, hippies, paranoicos y ciudadanos enfadados que niegan la existencia de la enfermedad.
BERLÍN- Pocas veces se ha visto una protesta tan singular bajo la famosa Puerta de Brandenburgo, conocida por los berlineses como el “manifestódromo”: mientras suena la canción “Imagine” de los Beatles, cientos de berlineses bailan juntos. Hay de todo: gente de bien, ciudadanos de estética hippie y también neonazis de cabeza rapada y tatuados de arriba abajo.
Todos juntos codo a codo gritan a una cuando para la música: “¡Libertad! - ¡Libertad! - ¡Libertad!” Ninguno aquí lleva mascarilla, ni mantienen las distancias de seguridad… ¿Por qué hacerlo si el coronavirus, para ellos, al fin y al cabo, no es más que una gripe que ha sido utilizada como excusa para implantar una dictadura por la canciller y su gobierno al pueblo alemán?
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Una chica reparte unos panfletos a las personas que ve usando cubrebocas en los que puede leerse: “¡Quítate la mascarilla y enciende tu cerebro!” Algunas personas aseguran a Expansión que se manifiestan porque “ésta ha sido la última gota que ha colmado el vaso, en realidad muchos aquí protestan porque están descontentos, no por el coronavirus”. Ante la pregunta de qué habría ocurrido si, como en Madrid o en Milán, los hospitales de Berlín se hubiesen colapsado no quieren o no pueden responder aquí.
Alemania tiene una tasa de mortalidad muy baja en comparación con la mayoría de países por el COVID-19. Aunque en los últimos días el instituto de estadísticas Destatis aseguraba que en las últimas dos semanas la tasa de mortalidad estaba un 3% por encima de la normal de dichas fechas, es obvio que las medidas de contención como el liberar los hospitales de operaciones que pudiesen retrasarse ha llevado a salvar vidas. Sin embargo los ciudadanos que se manifiestan desde hace semanas creen que en realidad no ha habido un caos sanitario... porque todo es mentira.
En realidad, Bill Gates es el responsable de todo. Él habría comprado la Organización Mundial de la Salud, al gobierno alemán y a la propia canciller Angela Merkel. El objetivo es vacunar a toda la población e implantar un chip para controlar los movimientos. Aunque esta teoría suene peregrina, hay alemanes que creen cosas aún más absurdas, como que en realidad la pandemia es una cortina de humo para tapar una serie de secuestros de menores que las élites mundiales llevan a cabo a fin de extraer una hormona rejuvenecedora. El problema es tal, que la conferencia de Ministros del Interior de los diferentes estados quiere ocuparse de estas ideas conspirativas y sus consecuencias el próximo junio en Erfurt.
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La ultraderecha trata también de sacar partido del descontento. La Alternativa por Alemania (AfD) había llegado a reprochar al gobierno el pasado marzo a través de su copresidente Jörg Meuthen que se tardase tanto tiempo en tomar medidas para controlar la expansión de la pandemia. De ello el partido ha pasado a hablar de la “supuesta pandemia” y a mencionar a Bill Gates para apelar a los acólitos de las ideas del complot con afirmaciones neutras del tipo “Gates es un problema porque es muy poderoso”, que en el fondo no dicen nada nuevo ni denunciable.
Esto es precisamente lo que comentaba a Expansión el periodista experto en extrema derecha Sebastian Friedrich, que ha escrito varios libros en Alemania sobre la ultraderecha. Friedrich cree que las manifestaciones contra las medidas de contención del coronavirus y enfocadas en conspiraciones no durarán mucho porque caerán por su propio peso, pero la extrema derecha sí podría salir reforzada a largo plazo. Los ultras podrían ofrecer la respuesta a las cuestiones sociales que se presentan ante la crisis incipiente. “Las crisis son siempre una oportunidad para la extrema derecha”, explica.
Este sábado, por casualidad, la constitución alemana cumplía su 71 aniversario. Merkel aseguró al respecto de las limitaciones a los derechos fundamentales recogidos en la carta magna, como el de manifestación, que “el virus es una prueba de fuego para nuestra democracia“. Las medidas “han de ser tan breves como sea posible”. Eso sí, ante las dudas, ha remarcado que en todo caso “fueron necesarias”. Merkel recordó que en el artículo primero de la constitución se hace referencia a la dignidad humana y que, para protegerla, hay que proteger el sistema sanitario. “Por suerte, hemos conseguido este objetivo”, exclamaba satisfecha.
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Las protestas habían sido prohibidas en un principio, pero varios activistas reclamaron ante el Tribunal Constitucional y éste dio la razón a los manifestantes. El presidente del mismo, Stephan Harbath, ve la constitución sobre una base estable y los derechos fundamentales intactos, según declaraba el sábado a un diario regional de Renania.
Una parte de los activistas, más cercanos a la izquierda piensa precisamente eso: el gobierno alemán y las élites mundiales están tratando de ocultar quiénes son los responsables de la crisis económica que, en todo caso, iba a llegar tarde o temprano. Con la excusa del virus se exonera a quienes deberían pagar la cuenta. Los defensores de esta teoría salen a la calle constitución en mano y aseguran también que se les ha implantado una dictadura. Uno de los diputados de Die Linke participó en una protesta esta semana en contra de las medidas de contención, lo que provocó un gran malestar interno en el partido.
La mayoría de organizaciones de la izquierda ha estado en casa las últimas semanas evitando contactos y trasladando toda su actividad al terreno online. “No podemos meternos en casa y dejar las calles a la extrema derecha, sino que tenemos que salir a manifestarnos respetando la distancia de seguridad”, arengaba una oradora frente al teatro Volksbühne en la Plaza Rosa Luxemburgo a los presentes. Unos pocos metros más allá, la asociación de familiares y víctimas del nazismo VVN-BdA realizaba su propia protesta y se distanciaba de las protestas contra las medidas de contención. Su jefe en Berlín, Markus Tervooren, recordaba que a su asociación se le ha retirado el status de asociación sin ánimo de lucro mientras otras asociaciones muy dubiosas y cercanas a la derecha lo han conservado.
A nivel institucional todo marcha viento en popa en la imaginación del presidente alemán Frank-Walter Steinmeier, que ve en el debate sobre las medidas políticas referentes a la pandemia un símbolo de la fortaleza de la democracia alemana. En una tribuna que publicada el sábado en el diario Süddeutsche Zeitung, advertía de que, al tiempo, había algunas personas que trataban de propagar “ideas envenenadas” con fines políticos que “no podemos ignorar”. No todos oyen al presidente y algunos hasta piden un nuevo jefe de estado. Los manifestantes que el sábado se acercaron a la Columna de la Victoria, cercanos al espectro del Movimiento de los Ciudadanos del Reich iban pidiendo la implantación de un nuevo káiser en el país.
Era ésta una de las cuarenta protestas que tuvieron lugar en un singular maratón el sábado en la capital. Tanto la Puerta de Brandenburgo como la Plaza de Alexanderplatz y otros lugares emblemáticos de la capital se encontraban llenos de policías y vallas. Al tiempo que velaban por la seguridad y la posibilidad de ejercicio del derecho fundamental a la reunión trataban de contener una aglomeración que pueda provocar propagaciones indeseadas del virus. Manifestaciones libres en una dictadura. Manifestantes que agreden a la prensa y que llegaron a mandar a un equipo de televisión al hospital la semana pasada. El movimiento más paradójico que Alemania ha podido presenciar se hacía notar en el día del aniversario de su constitución.