"Nos ofrecen una píldora amarga envuelta en papel de caramelo", dijo a Efe Larisa, joven informática residente en la ciudad de Bronnitsi, a 50 kilómetros al sur de la capital rusa.
Entre los electores de Vladivostok, en el Extremo Oriente, consultados por la AFP, el tema de los mandatos presidenciales divide.
Oleg Dubov, un ingeniero de 55 años, afirma que "tiene que haber un cambio, incluso si lo respeto y aprecio como presidente". En cuanto a las otras medidas, "casi todas podrían haber sido inscritas en la legislación sin modificar la Constitución", lamenta.
En cambio, Valentina Kungurseva, jubilada de 79 años, está feliz.
"Para nosotros los jubilados es importante, todos los años nuestra jubilación aumentará (...). Es por eso que he venido". En cuanto a Putin en el poder, afirma que "mientras tengamos un buena presidente, la vida será buena".
Según las voces más críticas, las autoridades han usado artimañas para garantizar el éxito y una alta participación.
Lo más insólito fue la instalación de mesas de votación al aire libre, en patios, en campos deportivos o de ocio, sin respetar el secreto del voto ni la vigilancia adecuada de las urnas.
La finalidad, según la oposición, no es proteger al electorado del nuevo coronavirus, sino lograr un resultado a medida.
Golos, una oenegé especializada en la observación de las elecciones, denunció presiones a funcionarios y de las empresas a sus empleados para que vayan a votar. También documentó casos de electores que realizan múltiples votos.
Con información de AFP, EFE y Reuters