Las huelgas en las fábricas bielorrusas, a las que se sumaron los gigantes industriales como Belaruskali o Naftan, continúan este lunes en el noveno día de protestas contra los resultados de las elecciones presidenciales del 9 de agosto.
Un día antes, a multitud de bielorrusos que coreaba "¡Renuncia!" repletó el centro de la capital Minsk el domingo, en la mayor protesta hasta ahora contra lo que denuncian fue la reelección fraudulenta hace una semana del presidente Alexander Lukashenko.
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El ambiente fue de celebración, con personas portando las banderas rojas y blancas utilizadas en Bielorrusia después de la desintegración de la Unión Soviética en 1991, antes de que Lukashenko restaurara la versión soviética cuatro años después.
Los opositores de Lukashenko dicen que la elección fue manipulada para disfrazar la pérdida de apoyo entre los votantes. El mandatario niega haber perdido y dice que los resultados oficiales le dieron poco más del 80% de los sufragios.
Esto es lo que sabemos sobre las protestas.
26 años en el poder
Alexander Lukashenko nunca había sido tan cuestionado en los 26 años que lleva de gobernar Bielurrusia con mano de hierro. Fiel a su estilo implacable y caprichoso, permanece inflexible, asumiéndose como garante de la independencia de su país.
Lukashenko, de 65 años, ya ha sido acusado de haber ordenado matar o encarcelar a muchos detractores. Pero ya no parece inspirar el terror en la antigua república soviética de 9.5 millones de habitantes.
Durante mucho tiempo, Lukashenko recibió el apodo de Batka ("padre") y gozó de popularidad, sobre todo en las zonas rurales y entre las generaciones nostálgicas de la Unión Soviética.
En los años 1980 dirigió granjas colectivas y fue elegido presidente en 1994, después de la independencia, con un mensaje populista y anticorrupción.
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Rechazó el giro capitalista, prefiriendo un sistema político y económico dominado por el Estado en el que mantuvo la simbología soviética. La oposición sufre acoso, la libertad de expresión está bajo vigilancia y la agencia de seguridad del Estado se llama KGB, un acrónimo que da escalofríos en muchos países.
Hoy en día Lukashenko sigue reivindicando este sistema y asegura que sin él el país se haría "pedazos".
En la elección, Lukashenko, padre de tres hijos que cultiva gustosamente una imagen macho, se enfrentó a un trío inesperado de mujeres, liderado por la candidata Svetlana Tijanóvskaya, a quien llama "pobre chica" o "poca cosa".
La Premio Nobel de Literatura bielorrusa Svetlana Alexievich estima que Lukashenko se equivocó creyendo que podía seguir "infundiendo miedo" en la sociedad.
"Una nueva generación se ha convertido en adulta y los mayores se han despertado. No es el mismo pueblo que hace 26 años", afirmó en una entrevista reciente con la radio estadounidense RFE/RL.
Una elección sospechosa
A pesar de que la campaña presidencial en Bielorrusia estuvo marcada por una movilización sin precedentes a favor de Tijanóvskaya, con actos que reunieron a miles de personas a través del país, Lukashenko fue declarado ganador de la elección con 80.23% de los votos.
En la noche del 9 de agosto, miles de partidarios de la oposición salieron a la calle en Minsk y otras ciudades de Bielorrusia para protestar tras la difusión de un primer sondeo que otorgaba a Lukashenko alrededor del 80% de los votos.
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La policía dispersó a los manifestantes utilizando granadas ensordecedoras.
Las primeras cuatro noches de protestas fueron reprimidas por las fuerzas antidisturbios, dejando dos muertos y decenas de heridos, y miles de detenidos.
Más de 6,700 personas, entre ellas periodistas, observadores independientes y manifestantes fueron detenidas, de acuerdo con el Ministerio de Interior y organizaciones civiles.
Los ciudadanos que han sido puestos en libertad han denunciado haber sido sometidos a torturas y palizas en los centros detención, y han exhibido a los medios las huellas de estas.
Sin embargo, la movilización se fortaleció aún más y la oposición organizó el domingo la mayor concentración de su historia. Se calcula que entre 100,000 y 200,000 personas se congregaron en Minsk.
En las redes sociales y en mítines de cientos o incluso miles de personas, muchos se burlan de él, lo apodan "cucaracha bigotuda" por su bigote o "Sacha 3%", diminutivo de su nombre asociado con la supuesta popularidad de la que goza según sus detractores.
"Todos queremos que Lukashenko se vaya", dijo a la agencia Reuters un trabajador de 31 años que se identificó como Alexei. "Por ahora estamos pidiendo, pero nos hartamos de pedir".
Este lunes por la mañana, miles de manifestantes se congregaron ante la fábrica de vehículos pesados (MZKT) y la planta de tractores (MTZ) de Minsk, así como frente a la sede de la televisión gubernamental bielorrusa, ondeando banderas blancas y rojas de la oposición y lanzando consignas hostiles al poder.
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Tanto las fábricas de vehículos como la televisión pública están en huelga.
A la huelga se adhirieron además los trabajadores de Kreamin, uno de los mayores fabricantes de baldosa cerámica, con sede en Minsk.
La visita del presidente a la fábrica MZKT, adonde llegó en helicóptero, provocó un encontronazo con obreros que le gritaban "¡Vete!", mientras daba su discurso y respondía a sus preguntas.
"Gracias, ya he dicho todo lo que quería decir. Podéis decir 'vete'", aseguró Lukashenko en la conclusión de su discurso, visiblemente enfadado.
El presidente insistió en que no abandonaría el poder. "Nunca haré algo bajo presión", declaró. "Hasta que no me matéis, no habrá elecciones", dijo desafiante.
Sin embargo, luego matizó que estaba listo a organizar nuevas elecciones pero tras la adopción de una nueva Constitución, sin dar más detalles.
Reacciones en el extranjero
El domingo, Minsk recibió el apoyo de Moscú, un aliado histórico pese a las tensiones recurrentes entre ambos países.
El Kremlin dijo que el presidente ruso Vladimir Putin le había dicho a Lukashenko que Rusia estaba dispuesta a ayudar a Bielorrusia de acuerdo con un pacto militar colectivo si fuera necesario, y que el país estaba siendo sometido a presiones externas, aunque no dijo de dónde.
En Occidente las reacciones se suceden. En Reino Unido, el ministro de Relaciones Exteriores, Dominic Raab, anunció el lunes que su país "no acepta los resultados" de las presidenciales y piensa "sancionar a los responsables" de la represión.
Los líderes europeos celebrarán por su parte una cumbre extraordinaria el miércoles para abordar la crisis en Bielorrusia.
Estonia instó a celebrar lo antes posible una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU sobre la situación en Bielorrusia.
En Estados Unidos, el presidente Donald Trump afirmó el lunes que seguía "muy de cerca" la situación en el país.
La OTAN aseguró que está monitorizando de cerca la situación en Bielorrusia, pero que no se concentraron militares en la frontera occidental del país. El Ejército bielorruso realizará ejercicios militares en el oeste del país del 17 al 20 de agosto, informó la agencia de noticias rusa RIA.