Entre estas "acciones conflictivas" están asuntos como el envenenamiento y condena a prisión del líder opositor Alexéi Navalni, la interferencia rusa en las elecciones, la oferta de recompensas a los talibanes por la muerte de soldados de EE.UU., y otros de vieja data como la anexión rusa de Crimea.
De hecho, nada más comenzar su mandato, Biden pidió a las agencias de inteligencia de Estados Unidos que hagan una evaluación a fondo de estos temas, sin aclarar si su intención es mantener la política de sanciones aplicada por su antecesor republicano, Donald Trump.
Y este mismo martes, Washington expresó su "profunda preocupación" por la condena a tres años y medio de prisión de Navalni, cuya puesta en libertad reclamó, al igual que la de "los cientos de otros ciudadanos rusos detenidos injustamente en las últimas semanas por ejercer sus derechos”.
Respecto al tema del control de armas, Biden, al igual que Trump, tenía la opción de buscar una solución temporal para el tratado y prorrogarlo durante un corto periodo de tiempo, pero abogó por extenderlo durante cinco años, tal y como se estableció en el pacto cuando se firmó originalmente en 2010.
En los últimos meses de su Gobierno, Trump intentó sin éxito encontrar una solución temporal y prorrogar durante un corto periodo el pacto, pero no se llegó a materializar ningún acuerdo con el mandatario ruso, Vladímir Putin, quien en octubre pasado llegó a proponer una prorroga de un año.