A través de improvisados operativos de rescate, o esfuerzos personales, esas miles de personas, acostumbradas a vivir y hablar en árabe, llegaron a un Israel muy joven y austero, donde la mayoría fue instalada en campamentos de refugiados.
Entre aquellos inmigrantes había grandes diferencias. La principal, marcaba que las que llegaban desde Irak eran familias en general educadas y de buena posición económica, mientras que las yemenitas —y algunas de Marruecos— eran pobres, sin estudios o analfabetos.
Posiblemente por ello, el mayor número de niños desaparecidos de los campos de refugiados son yemenitas, a quienes la élite ashkenazi "blanca" de los fundadores de Israel verían con pena y de manera condescendiente.
¿Habrá sido por eso que funcionarios y trabajadoras sociales decidieron que algunos de esos niños pobres tendrían una mejor chance en la vida si eran entregados a familias de origen europeo?
Será difícil de saber. Por un lado, la investigación presuntamente más completa sobre el tema se concluyó en el 2001 pero sus resultados quedaron sellados por setenta años a causa de leyes de privacidad. Según ese reporte, resulta "posible" que algunas personas hayan actuado de manera personal y entregado niños en adopción, pero no se trató de una "conspiración" del estado.
Por otro lado, los protagonistas adultos de esta historia ya fallecieron.
Sin embargo, las esperanzas siguen con vida, en especial desde que comenzaron a estar disponibles los exámenes de ADN para establecer conexiones familiares.
De hecho, la organización Amram cuenta con una base de datos genéticos y un listado de personas relacionadas con el "Caso de los Niños Judíos Yemenitas", tal como se conoce al asunto en muchos reportes.