Pese a que el fin de la pandemia parece aún lejos, la cumbre del G7 que se celebra en Cornualles, en el sureste de Inglaterra, a partir de este viernes marca un momento de enorme simbolismo al reunir a líderes mundiales por primera vez en persona desde el estallido del COVID-19.
Una pandemia ha provocado millones de víctimas en todo el mundo y todavía sigue haciéndolo, la economía ha sufrido su peor descalabró desde la Segunda Guerra Mundial y el presidente de la mayor superpotencia, Estados Unidos, ya no es Donald Trump.
El mundo ha acelerado su transformación, que ya era frenética antes del COVID-19, el G7 pretende aportar respuestas ante un escenario internacional en el que este foro de democracias ricas (representan el 10% de la población global, pero el 45% de la riqueza total) ha perdido parte de su relevancia.
Por eso, las soluciones que los líderes de Reino Unidos, Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá y Japón —junto con la Unión Europea— buscarán a los grandes problemas del mundo, como la vacunación contra el COVID-19 o el cambio climático son, sobre todo, una lucha para conservar su influencia.
Rusia y China aparacerán como los antagonistas para los miembros del club, pues suponen la principal amenaza a las democracias liberales y al viajo orden internacional.
Vacunar al mundo y no solo a los países ricos
Un día antes del inicio de la cumbre, se anunció que los líderes del G7 se comprometerán a distribuir 1,000 millones de dosis de vacunas contra el COVID-19 a los países pobres con el objetivo de poner fin a la pandemia en 2022.