"Vamos a vivir tiempos desafiantes y tremendamente complejos", añadió el mandatario, al final de una jornada que inició temprano en la sede del Congreso en Valparaíso, a unos 100 kilómetros al oeste de la capital, con la ceremonia de toma de mando.
El mandatario reconoció que no hubiera llegado a este cargo sin las protestas sociales que remecieron el modelo social y económico del país, en su primer discurso tras su investidura.
"El pueblo de Chile nos juzgará por nuestra obras y no por nuestras palabras", destacó durante su discurso.
La llegada al poder de Boric marca una encrucijada para Chile, durante mucho tiempo bastión del libre mercado y la responsabilidad económica en la volátil Sudamérica. El país está reformulando su Constitución de la época de Augusto Pinochet, que ha apuntalado el crecimiento, pero a la que se acusa de fomentar la desigualdad.
Boric hizo su discurso más progresista desde la campaña para la primera vuelta de las presidenciales, en noviembre del año pasado: "Mi sueño es que cuando terminemos nuestro mandato podamos mirar a nuestros hijos, a nuestras hermanas, a nuestros padres (...) y sintamos que hay un país que nos protege, que nos acoge, que nos cuida, que garantiza derechos y retribuye con justicia el aporte y el sacrificio de cada uno de ustedes".
A la cabeza de una amplia coalición de izquierda que incluye al Partido Comunista, ha prometido revisar un modelo económico basado en el mercado para luchar contra la desigualdad que provocó violentas protestas en 2019, aunque ha moderado su ardiente retórica en los últimos meses.
A pesar de que sus palabras rompen con el sistema económico que ha regido el país durante más de tres décadas, Boric apeló a la unidad entre fuerzas políticas. "Nos vamos a necesitar todos, gobierno y oposición”.
Con información de AFP y Reuters