La lista de los países invitados por Estados Unidos a esta cita regional hizo saltar chispas al excluir a Cuba, Nicaragua y Venezuela, a los que Washington considera regímenes dictatoriales.
En respuesta México, Bolivia, Honduras, el bloque del Caribe, Chile y Argentina protestaron.
Un maratón diplomático estadounidense no logró convencer a todos de asistir y algunos presidentes boicotearon la cumbre, como el mexicano Andrés Manuel López Obrador, que envió en su lugar al canciller Marcelo Ebrard. Lo mismo hicieron los presidentes de Bolivia, Honduras, Guatemala y El Salvador.
Otros acudieron como mensajeros, como el argentino Alberto Fernández, en representación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), a la que pertenecen los tres excluidos.
De poco sirvió el tono conciliador del anfitrión, el presidente estadounidense Joe Biden, quien pidió "unidad y diálogo".
El canciller mexicano dijo que siguió todos los discursos y contabilizó a 20 países a favor de que se invitara a los excluidos, mientras que diez se abstuvieron y dos se opusieron. No especificó cuáles.
Esto "es el germen de un nuevo orden interamericano, en el que Estados Unidos ya no es el jefe máximo" y "la región está más dividida con mucha más autonomía para definir su agenda", afirma Sabatini.
En la cumbre México, Argentina, Bolivia y El Salvador pidieron reestructurar instituciones que fueron pensadas para la integración.