La misión del Challenger
El año 1986 era especial para la NASA, de acuerdo con su sitio web. La agencia estadounidense planeaba lanzar 15 misiones, incluido el primer lanzamiento desde la Costa Oeste, en la base Vanderberg de la Fuerza Aérea en California, además de misiones para estudiar el cometa Halley y el lanzamiento del telescopio Hubble.
Entre las misiones programada había una que tenía un significado muy especial para la NASA, el vuelo STS-51L, pues marcaba la misión 25 del programa espacial estadounidense y era el décimo vuelo del transbordador Challenger.
“Durante la misión de seis días, la tripulación de siete miembros debía desplegar un gran satélite de comunicaciones, desplegar y recuperar una carga útil de astronomía para estudiar el cometa Halley, y la primer maestra en el espacio impartiría lecciones para escolares desde la órbita”, indica la NASA.
El primer objetivo de esta misión era poner en órbita el segundo satélite del sistema de Seguimiento y Transmisión de datos (TDRS), parte de una red de satélites en la órbita geoestacionaria de la tierra que, una vez completada, permitiría comunicaciones continuas cercanas con las misiones en transbordadores. Este objetivo debía ser alcanzado en el primer día.
La observación del cometa Halley, que regresa al sistema solar interior en su órbita de 76 años alrededor del Sol, fue el objetivo del satélite astronómico Spartan-Halley, desarrollado por el Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA en Greenbelt, Maryland. Las observaciones de Spartan-Halley contribuirían a los estudios integrados realizados por varias naves espaciales internacionales. La tripulación debía desplegar el Spartan-Halley en el tercer día de la misión y lo recuperaría dos días después de completar sus observaciones.