A medida que pasan las horas, también crece la frustración y el enfado por la escasa ayuda que llega a algunas áreas situadas en zonas de difícil acceso o afectadas por los conflictos geopolíticos de la zona.
"¿Dónde está el Estado? ¿Dónde está?", se desesperaba Ali en la ciudad turca de Kahramanmaras, en el epicentro del sismo, que todavía esperaba hallar con vida a su hermano y su sobrino.
La angustia era compartida en la localidad siria de Jindires, en una zona controlada por los rebeldes, donde "hay más gente bajo los escombros que encima de ellos", según su residente Hassan.
"Hay alrededor de 400-500 personas atrapadas debajo de cada edificio, con solo diez intentando sacarlos. Y no hay máquinas", se lamentaba.
Aisladas por el régimen de Damasco, las zonas bajo control rebelde dependen de los esfuerzos de los Cascos Blancos, voluntarios de protección civil, que imploraron ayuda a la comunidad internacional.
Además, el sismo destruyó el paso fronterizo de Bab al Hawa, por donde pasa casi toda la ayuda humanitaria desde Turquía hacia las zonas rebeldes sirias, según la ONU.
"Pedimos a la comunidad internacional que asuma su responsabilidad hacia las víctimas civiles. Hace falta que los equipos internacionales de rescate entren en nuestras regiones", dijo a la AFP su portavoz Mohammad al Chebli.
"Es una verdadera carrera contrarreloj, la gente muere a cada segundo bajo los escombros", añadió.
Papa Francisco envía mensaje
A estas súplicas se sumó el miércoles el Papa Francisco. "Animo a todos a solidarizarse con estos territorios, algunos de ellos ya martirizados por una larga guerra", dijo el pontífice después de su audiencia general.