A las 4:00 horas del domingo (3:00 horas, tiempo del Centro de México) del domingo, sin que supieran los medios de comunicación, ni los políticos y los ciudadanos estadounidenses, el demócrata de 80 años abordó un Boeing 757 de la Fuerza Aérea, llamado C-32.
El avión, una versión más pequeña del que normalmente usan los presidentes estadounidenses en viajes internacionales, estaba estacionado lejos de donde Biden generalmente lo abordaría. Y un detalle revelador: las persianas de todas las ventanas habían sido bajadas.
Quince minutos después, Biden, un puñado de agentes a cargo de su seguridad, un pequeño equipo médico, sus asesores más cercanos y dos periodistas que habían jurado no decir nada, partieron hacia Ucrania, casi un año después de la invasión rusa.
El grupo de 13 reporteros de radio, televisión, fotografía y prensa escrita que habitualmente lo acompaña en viajes al extranjero se redujo a dos: Sabrina Siddiqui, redactora del Wall Street Journal, y Evan Vucci, fotógrafo de la agencia de noticias estadounidense Associated Press.
Cuando la Casa Blanca le permitió publicar detalles, Siddiqui contó que ella y Vucci fueron convocados a la Base de la Fuerza Aérea Andrews, en las afueras de la capital estadounidense, a las 02:15 horas (1:15 horas, tiempo de Ciudad de México).
Al llegar debieron entregar sus teléfonos, que no les fueron devueltos hasta que Biden llegó a Kiev, unas 24 horas después.