"Hay mucho por hacer, pero estoy seguro de que en estos dos días podremos tener discusiones que darán resultados concretos y mensurables", dijo la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, a sus invitados del G7 al comenzar las conversaciones en un complejo hotelero de lujo en la región sur de Puglia.
Si bien Meloni está tranquila después de triunfar en las elecciones europeas del fin de semana, los líderes de las otras seis naciones —Estados Unidos, Japón, Francia, Alemania, Reino Unido y Canadá— enfrentan importantes problemas internos que corren el riesgo de socavar su autoridad.
En las sesiones temáticas y en las numerosas reuniones bilaterales previstas se abordarán también otras cuestiones, empezando por las tensiones con China, uno de los principales apoyos de Rusia.
Estados Unidos y Europa acusan a Beijing de inundar los mercados con productos subvencionados a bajo precio, en particular coches eléctricos.
A la lista de invitados se suman el primer ministro indio, Narendra Modi, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, el rey Abdalá II de Jordania o el secretario general de la ONU, Antonio Guterres.
Pero quizás uno de los más inesperados sea el papa Francisco, de 87 años, que esta vez no viene solo como líder espiritual sino también para dar una charla el viernes sobre inteligencia artificial y "algorética" (la ética de los algoritmos), una cuestión que preocupa al Vaticano.
El papa también tiene previsto un encuentro privado con Lula.
La cumbre se celebra en Borgo Egnazia, un resort exclusivo situado a 60 kilómetros al sur de Bari, la capital regional, totalmente alejado del mundo exterior y también de los periodistas.
El complejo hotelero, que imita la arquitectura italiana como si fuera un parque temático, es el favorito de Madonna en sus viajes a Italia y entre otros servicios tiene su propio restaurante con estrella Michelin.