El mandatario esbozó su programa político en una rueda de prensa celebrada a última hora del martes, en la que advirtió de que "la seguridad [de Japón] nunca ha estado tan amenazada como desde el final de la Segunda Guerra Mundial".
"Con la alianza Japón-Estados Unidos como base, ampliaremos el círculo de países amigos que comparten las mismas ideas, utilizando la diplomacia y la defensa para lograr la paz en Japón y en la región", afirmó.
El recién anunciado gobierno de Ishiba cuenta con 19 miembros, entre ellos dos mujeres, frente a las cinco que había en la administración saliente, un reflejo de la baja representación de las mujeres en la vida política nipona.
Cumpliendo con lo esperado, el exsecretario general del ejecutivo, Katsunobu Kato, fue nombrado ministro de Finanzas, mientras que Gen Nakatani se ocupará de la cartera de Defensa y Takeshi Iwaya de la de Relaciones Exteriores.
El dirigente anunció el lunes que planea convocar elecciones legislativas anticipadas el 27 de octubre para consolidar la legitimidad de su nuevo ejecutivo.
"Restaurar la confianza"
Ishiba, figura política curtida que ya ocupó varios puestos ministeriales, incluidos Defensa y Agricultura, intentó hasta en cuatro ocasiones tomar las riendas del PLD, sin éxito.
Su personalidad, que genera divisiones internas en la formación, está en las antípodas de la de su antecesor Fumio Kishida, relativamente popular entre los electores, según analistas.
La victoria de Ishiba "indica que el PLD buscó un líder con experiencia y un amplio apoyo de los electores para dirigir el partido en las próximas elecciones nacionales", consideró Yuko Nakano del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales.
"Si la coalición en el poder obtiene un nuevo mandato, Ishiba podrá remodelar la dinámica interna del partido y restaurar la confianza", añadió.
La confianza de los electores hacia su partido se resquebrajó tras una serie de escándalos político-financieros que sacudieron a la formación y hundieron la popularidad de su predecesor Kishida.
La cuestión de la caída de la natalidad en el país, que cuenta con la población más envejecida del mundo después de Mónaco, será una de las prioridades del nuevo primerministro, así como el número de horas de trabajo y su voluntad de reforzar las ayudas a los padres.