León XIV alabó al país como "un puente entre Oriente y Occidente, entre Asia y Europa y una encrucijada de culturas y religiones".
Pero también advirtió de que la homogeneización del país, con apenas un 0,1% de cristianos entre 86 millones de habitantes, "representaría un empobrecimiento".
Su anfitrión Erdogan aseguró que Turquía no permite la "discriminación" y que no ven "las diferencias culturales, religiosas y étnicas como una fuente de división, sino de enriquecimiento".
"Turquía, donde un 99% de los ciudadanos son musulmanes, alienta el respeto a todas las confesiones, también las comunidades cristianas", aseguró.
En los últimos años, el estatus laico del país se ha visto cuestionado por el auge del nacionalismo religioso y la politización de símbolos como la basílica de Santa Sofía de Estambul, convertida en mezquita en 2020.
Pese a ello, el Vaticano busca mantener el diálogo con Ankara, que considera clave para la paz en la región.
La Santa Sede reconoce el esfuerzo realizado por Turquía para acoger en su territorio a más de 2.5 millones de refugiados, en su gran mayoría sirios, según las autoridades.
El líder de los católicos siguió en ese sentido los pasos de su predecesor Francisco, al criticar recientemente el trato "extremadamente irrespetuoso" hacia los migrantes de la administración estadounidense de Donald Trump.
Desde el domingo hasta el martes, continuará su viaje con una visita a Líbano, sumido en una crisis económica y política desde 2019 y bombardeado regularmente por Israel en los últimos días, a pesar del alto el fuego.