La violencia y la crisis en Pemex destrozaron el "paraíso" de Tabasco
Hasta hace poco, Edgar Barrera disfrutaba de una vida que muchos mexicanos solo podían desear.
En pocos años, el auditor de 36 años pasó de ser un obrero a un trabajador de oficina en la que parecía ser una de las compañías más estables de América Latina: la petrolera estatal Pemex.
Gracias a Pemex, Barrera conoció a su esposa, vacacionó por la Riviera Maya y concibió una carrera gratificante sin salir de su ciudad natal en Tabasco, un estado rural en el sur del Golfo de México, donde más de la mitad de la población vive con menos de 92 dólares al mes.
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Pero de pronto, todo cambió.
Los precios del petróleo se desplomaron, forzando a Pemex a cortar miles de empleos en todo México. Una reforma energética, destinada a estimular negocios con competidores privados, tuvo dificultades para atraer inversiones. Y la violencia de las bandas criminales que ha paralizado a México en la última década finalmente se extendió a Tabasco, un rincón relativamente pacífico del país en el pasado.
La acumulación de consecuencias de una recesión económica y el aumento en las tasas de homicidios han convertido rápidamente a Tabasco en uno de los estados más problemáticos de México.
Su pequeña, pero aparentemente sólida clase media ahora lucha con una desaceleración y una violencia espeluznante. El propio Barrera recientemente solicitó asilo en Canadá, después de haber tenido roces con extorsionadores y secuestradores que alguna vez, posiblemente, fueron colegas de Pemex
Al recordar los otrora años dorados de su ciudad natal Paraíso, el hombre los compara amargamente con la situación actual. "De un paraíso, tenemos ahorita un infierno".
No sorprende que la turbulencia de la industria energética perjudicara a Tabasco, sede del primer descubrimiento petrolero de México y un estado en el que más de la mitad de la economía y casi la mitad de los empleos dependen del crudo.
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Pero la magnitud de los problemas ha tomado desprevenidos a los lugareños, a los ejecutivos de la industria y a funcionarios, especialmente porque los delincuentes explotan cada vez más lo que queda de prosperidad al apuntar a los recursos, equipos y empleados de Pemex.
"Nos ha pegado durísimo la debacle petrolera", dijo el gobernador de Tabasco, Arturo Núñez. "Se ha traducido en una problemática social que tiene una incidencia importante en los índices delictivos. Eso, sin lugar a dudas".
El presidente Enrique Peña Nieto, ahora en el último año de su sexenio, apostó su legado a una emblemática reforma energética, que puso fin al monopolio de Pemex en la exploración, explotación, refinación y venta de combustible minorista.
Los defensores de la reforma siempre han argumentado que los operadores petroleros, además de Pemex, son necesarios para revertir la declinante producción de crudo de más de una década y para desbloquear el potencial en áreas sin explotar.
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Pero la reforma, finalizada en 2014, entró en vigencia justo cuando los precios globales del petróleo colapsaron, lo que redujo la disposición de las compañías a invertir. A pesar de un rebote reciente, el precio del crudo en los mercados mundiales se desplomó hasta en un 76% a partir de junio de ese año
Desde entonces, Pemex ha recortado casi 18,000 empleos en todo México, alrededor del 13% de su fuerza de trabajo, según cifras de la compañía.
En Tabasco, la petrolera dejó ir a 1,857 trabajadores, aproximadamente el 12% de los 16,000 empleos que el estado arrojó entre 2014 y 2016, de acuerdo con datos del gobierno. Muchos de los otros despidos se produjeron entre proveedores y otras empresas que dependen de Pemex.
La combinación de recortes dio a Tabasco la tasa de desempleo más alta de México y sumió al estado en recesión. En 2016, el año más reciente para el que hay datos disponibles, la economía de Tabasco se contrajo un 6.3%. Es el único estado donde la pobreza y la pobreza extrema, definidas por el gobierno como ingresos mensuales de menos de 50 dólares, han aumentado en los últimos años.
Si bien Pemex recientemente comenzó a contratar a algunos trabajadores, otras compañías se han mostrado reacias a invertir en estados como Tabasco, donde la producción de petróleo está ahora casi un 70% por debajo de su pico a principios de la década de los noventa.
Con un suministro abundante en todo el mundo, y un flujo de crudo cada vez mayor proveniente de las formaciones de esquisto de Estados Unidos, los posibles inversionistas desconfían del crimen, la corrupción y la violencia en México.
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"No estamos operando ... dejamos importar por un tema de miedo", dijo Javier López, un abogado con base en Texas que recientemente canceló sus planes de lanzar un negocio de transporte de combustible desde Estados Unidos a México. "Como se importa en camiones, (el miedo) era realmente que te robaran el camión y te mataran al chofer".
Por más de una década, el gobierno de México ha desplegado fuerzas policiales, militares y de inteligencia para derribar a los poderosos capos de las drogas. A medida que caían, los cárteles se transformaron y se movieron a nuevos negocios fraudulentos que incluyen el robo y la extorsión de negocios en industrias desde la agrícola hasta la minera y petrolera.
A principios del año, Reuters informó que el robo de combustible está golpeando severamente a las refinerías de México y desencadenando un derramamiento de sangre en centros de operaciones que fueron tranquilos.
En Tabasco, la policía registró 388 asesinatos el año pasado, más del triple que en 2012. A pesar de tener una población de 2.4 millones de habitantes, pequeña en comparación con muchos de los otros 30 estados y la capital Ciudad de México, Tabasco tenía el cuarto mayor número de secuestros y el sexto mayor número de extorsiones reportadas el año pasado.
Trabajadores actuales y antiguos de Pemex están en ambos extremos de los crímenes, algunos como víctimas y otros como instigadores, participantes o informantes.
Envalentonados por la impunidad y la corrupción que han permitido el crimen en todo el país, algunos lugareños han recurrido a negocios ilícitos, uniéndose o buscando iniciar bandas que roban combustible, maquinaria y suministros de Pemex. Otros apuntan a trabajadores actuales y extrabajadores de Pemex, como Barrera.
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En un comunicado, Pemex dijo que en la empresa "hay cero tolerancia con cualquier trabajador que pudiera estar involucrado en alguna actividad criminal". Agregó que coopera con la policía local, estatal y federal para investigar actividades ilegales, pero se negó a comentar episodios específicos o casos que involucraban a trabajadores individuales mencionados en esta historia.
Durante una entrevista reciente, Carlos Treviño, director general de Pemex, admitió que los empleados están cada vez más en riesgo debido a sus trabajos y su salario.
"Los petroleros tienen un mejor salario que muchas otras personas", dijo.
En todo México, agregó, la compañía está aumentando medidas para garantizar la seguridad del personal y la propiedad. Ha sacado su nombre y logotipo de camiones. Les dijo a los trabajadores que dejaran de usar uniformes de Pemex fuera de las instalaciones de la empresa.
Aun así, agregó, "es difícil tener una operación completamente segura".
"Esta situación en Tabasco no es buena", agregó.
Cruda historia
El primer descubrimiento petrolero conocido de México tuvo lugar en Tabasco en 1863. Manuel Gil y Sáenz, un sacerdote, corría a ver a su madre enferma cuando la pezuña de su caballo se atascó en lodo negro, de acuerdo con una historia local del hallazgo.
A pesar de las advertencias de los nativos de que un brujo en la zona convertía a la gente en sal, el sacerdote regresó y comenzó a tocar el crudo. Más tarde, él y sus socios vendieron su empresa a una petrolera británica.
En 1938, México expropió los activos petroleros en manos de firmas extranjeras y creó Petróleos Mexicanos, como se conoce formalmente a Pemex. Durante las siguientes décadas, la producción creció en otras regiones a lo largo de la costa del Golfo. En 1972, los buscadores del oro negro encontraron un lecho gigante conocido como el yacimiento mesozoico Chiapas-Tabasco, lo que provocó un apuro por desarrollar el estado.
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Para manejar la creciente producción de Tabasco, Pemex en 1979 comenzó a construir el puerto y terminal de Dos Bocas en Paraíso, una ciudad cálida y pantanosa de 94,000 habitantes rodeada de plantaciones de cacao y coco.
Para los lugareños, que anteriormente subsistían de la agricultura y la pesca en pequeña escala, "Pemex nos vino a cambiar la vida totalmente", dijo Ricardo Hernández Daza, jefe de un sindicato local de aproximadamente 3,000 trabajadores que laboran en muchos sitios de la industria.
Barrera, que entre sus trabajos de oficina fue auditor y ahora busca asilo, se unió a Pemex en 2004.
Ese año, la producción petrolera del país alcanzó un récord y las oportunidades parecían ilimitadas. México fue uno de los muchos productores que se beneficiarían de los precios cada vez más altos, ya que la industria mundial, antes del boom del "shale", enfrentaba el "pico del petróleo", la teoría sobre la cual la tasa de extracción global alcanzaba su punto álgido para luego ir disminuyendo.
Primero contratado como trabajador de mantenimiento, Barrera ascendió a otros puestos, recibió capacitación en el trabajo y, finalmente, comenzó a revisar las cuentas de la compañía por un salario de aproximadamente 2,000 dólares por mes. Se casó con una colega auditora de Pemex, compró dos automóviles y disfrutó de frecuentes comidas con mariscos con su esposa, su hija y dos hijastros.
Hasta que los precios del petróleo se desplomaron.
Barrera resistió los despidos iniciales de Pemex, pero en noviembre del 2015 fue echado. Inmediatamente buscó otros trabajos, pero como muchos otros que ya luchaban por un empleo, encontró solo asignaciones independientes de vez en cuando.
Pronto, Paraíso estaba tambaleándose.
Dos hermanos, Mario y Pedro Maciel, surgieron como jefes del crimen local, según fiscales estatales. Corrieron rumores de que habían establecido una filial del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), conocido por el tráfico de drogas, robo de combustible y un sinnúmero de otros crímenes en todo México.
Algunos trabajadores petroleros del Golfo de México, muchos de los cuales provienen de estados del interior, ya han sido extorsionados por el cártel en viajes a su territorio.
Alayn Herver, un nativo de 28 años del estado central del cual el cártel tomó su nombre (Jalisco), trabajó hasta el año pasado en plataformas petroleras marinas que salpican la costa de Tabasco. Debido a los intensos horarios requeridos allí, Herver pasaba dos semanas en las plataformas y luego dos semanas de permiso en su casa en Jalisco.
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En octubre del 2016, mientras estaba en un bar de su ciudad natal, Ciudad Guzmán, un extraño se le acercó y le exigió aproximadamente 1,000 dólares, alrededor de la mitad de su salario mensual. "Sabemos que ganas bien", dijo el hombre. "¿Quieres que te pase algo?".
Al principio, Herver pensó que el hombre estaba bromeando. Afuera, sin embargo, otras personas lo esperaban en una camioneta listas para llevarlo a un cajero automático. Herver se dio cuenta de que eran miembros del cártel de Jalisco.
Les pagó a los hombres, quienes le dijeron que esperarían un pago similar cada mes. Durante medio año, Herver obedeció. La transacción se volvió tan rutinaria que los miembros de la banda parecieron perder interés.
Herver no denunció la extorsión. Al igual que muchos mexicanos, era cauteloso con la corrupción generalizada en las filas policiales y temía que solo empeoraran las cosas.
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El siguiente abril, decidió omitir un pago.
En su próximo viaje a casa, en mayo de 2017, la policía local lo detuvo, dijo Herver. Lo esposaron y lo metieron en la patrulla. "Tú llevas un pedo (te metiste en problemas)", dijo al recordar las palabras del oficial.
Alejandro Romero, un alto oficial de la policía municipal de Ciudad Guzmán, se negó a comentar sobre el incidente. La procuraduría general de Jalisco no respondió a solicitudes de comentarios.
Mientras otro policía lo seguía en el auto de Herver, un Mini Cooper del 2007, los agentes condujeron cerca del basurero de la ciudad, dijo. Allí, seis hombres armados, incluido el miembro de la pandilla que se había acercado a él, lo golpearon. "Bájale los pantalones", dijo uno de los gánster.
Golpearon sus nalgas desnudas con un remo y lo amenazaron repetidamente con violarlo. Uno de los agresores le puso una pistola en la cabeza, mientras que otro agarró su teléfono celular y comenzó a publicar videos en vivo de la golpiza en la cuenta de Facebook de Herver.
Horrorizados, amigos y familiares observaron las imágenes que cambiaban de la expresión agotada de Herver a primeros planos de su sangriento trasero.
"Pensé que me iban a matar", dijo. En cambio, lo dejaron ir, manteniendo el Mini como pago.
“Una pieza de la acción”
En Paraíso, los hermanos Maciel negaron en 2017 las conexiones con el cártel o cualquier otro delito similar. Publicaron una carta abierta en Facebook declarando que eran ciudadanos respetuosos de la ley.
"Somos una familia dedicada a su trabajo en Petróleos Mexicanos en Dos Bocas (el puerto)", escribieron.
Un trabajador llamado Pedro Maciel hizo, de hecho, trabajo para Pemex en Tabasco en 2017, según una base de datos de trabajadores revisada por Reuters. El nombre de Mario no apareció en el registro.
Para los lugareños, las afirmaciones de los hermanos hicieron poca diferencia.
Era evidente que un trabajo de Pemex ya no era lo que solía ser. Otros, además de los hermanos Maciel, eran sospechosos en todo Paraíso de utilizar sus posiciones en la industria petrolera como puestos desde los cuales se puede robar combustible, extorsionar a los trabajadores y cometer otros delitos.
Quienes están familiarizados con la industria dicen que tiene sentido que los delincuentes, no solo las víctimas, puedan surgir de la nómina de Pemex. Incluso si no cometen las mismas atrocidades, se cree que algunos empleados cooperan con las bandas para compensar sus ingresos o, simplemente, por miedo.
"Ellos saben las tripas por allí, y además pueden informar cuando hay debilidades", dijo Raúl Muñoz, exdirector de Pemex, quien ahora tiene negocios privados con la compañía en Tabasco y dice que enfrenta problemas regulares de seguridad.
"Todos quieren tener algo que ver, algo que ganar".
El auditor Barrera y su familia pronto fueron barridos en acción. En octubre pasado, los secuestradores capturaron a un cuñado. Días antes, después de tres décadas de servicio en Pemex, había recibido un bono de retiro de unos 20,000 dólares
En cuestión de días, la familia improvisó un rescate de alrededor de 30,000 dólares. Los secuestradores lo liberaron. Sin embargo, con la información de contacto robada de su teléfono, comenzaron a llamar a amigos y familiares, exigiendo más. El cuñado se negó a hablar con Reuters sobre el secuestro.
Al igual que Herver, la familia optó por no ir a la policía. "La plantilla de Pemex está contaminada", dijo Barrera, haciéndose eco de familiares que creen que el secuestro fue planeado con información privilegiada. "Los mismos trabajadores están comiéndose".
En noviembre pasado, Barrera se aseguró algunas semanas de trabajo como contratista para Pemex. Las amenazas surgieron más cerca.
Un colega le dijo a su esposa, que todavía trabaja en Pemex, que hombres sospechosos habían estado preguntando por ella fuera de las puertas de la oficina. Luego, los colegas le dijeron a Barrera que los hombres armados también esperaban por él fuera del empleo.
Aterrorizado, esa noche durmió en la oficina. Suficiente, pensó.
Reservó un boleto a Canadá, donde los mexicanos pueden viajar sin visa. Aterrizó en Toronto la Navidad pasada y solicitó asilo. Espera llevar a su familia, que se mudó a Villahermosa, la capital de Tabasco, para evitar a los delincuentes en Paraíso.
Herver, el trabajador de la plataforma cuya golpiza fue transmitida en vivo en Facebook, también huyó a Canadá.
"Estaba bien en Pemex ... estaba a gusto", dijo. Pero después del asalto, "la alternativa es irme de aquí". Él también solicitó asilo.
Una portavoz de la Junta de Inmigración y Refugiados de Canadá se negó a comentar sobre los casos, citando leyes de privacidad.
El 31 de enero, disparos estallaron de la noche a la mañana en Paraíso. Entre los muertos: los hermanos Maciel. Los fiscales locales dijeron que fueron asesinados en una disputa por el robo de combustible. Sus asesinos, agregaron los fiscales, murieron dos meses después en un tiroteo con la policía.
Incluso lo que debería ser un negocio legítimo se ha convertido en violento.
Hernández Daza, el jefe del sindicato local, dijo que su creciente colectivo de trabajadores de construcción, soldadura, tuberías y otras tareas se ha vuelto agresivo para proteger su parte del menguante del negocio petrolero. El sindicato es uno de muchos grupos laborales independientes que representan a los trabajadores y compiten entre sí por empleos en la industria.
Entre otras tácticas, admite agredir a los miembros de sindicatos rivales para mantenerlos fuera de los sitios de trabajo. Ellos usan bates de béisbol, no armas de fuego o cuchillos, para evitar cargos por delitos graves, dijo.
Cuando llegan extraños en autos de alquiler fuera del estado a Paraíso, el sindicato y otros similares envían a miembros a su hotel para exigir trabajo en cualquier proyecto que estén planificando. Si no cumplen, los sindicatos suelen obstaculizar los proyectos.
Las tácticas no son extraordinarias en un país y en una industria donde se sabe que los líderes sindicales corruptos sobornan tanto a las compañías como a los miembros a cambio de mantener puestos ocupados. Pero también han impulsado la pérdida de empleos.
Debido a las demandas de los sindicatos, las compañías de servicios petroleros Oro Negro y Constructora y Perforadora Latina se fueron, privando a Paraíso de 300 empleos, según un informe de un periódico local. Ninguna de las compañías, con sede en Ciudad de México, respondió a las solicitudes de comentarios.
Hernández Daza, conocido como "Daza", dijo que no tiene otra opción que usar la fuerza en un momento en que el negocio petrolero es a la vez la raíz de los problemas de Paraíso y su única esperanza de recuperación.
"Estamos en peligro de extinción", afirmó. "Si no viene nadie a salvarnos, estamos pelados".