OPINIÓN: El gusto por el dinero, una carrera contra nosotros mismos
Nota del editor: Vicente Andraca encabeza el área de contenido y estrategia de www.piggo.mx , aplicación de inversión desarrollada por GBM Grupo Bursátil Mexicano. Incursionó en el mundo digital al lado de umbral.com uno de los primeros portales de noticias en México, así como submarino.com.mx, Televisa, Yahoo, TV Azteca y El Economista. Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad de su autor.
(Expansión)— Scott Fitzgerald dijo una vez “el dinero ha aniquilado más almas que el hierro cuerpos”, ¿quién podría debatir esta idea en los tiempos en los que nos encontramos?
El dinero en la actualidad se ha convertido en un camino, una ruta para conseguir la felicidad o algo que se le parece. Nos hace sentir bien. Tanto, que los científicos aseguran que es capaz de generar cambios químicos en nuestros cerebros similares a los de algunas drogas.
El dinero nos posibilita hacer cosas y no tenerlo genera enormes cantidades de frustración e incluso depresión.
Cuántos de nosotros no hemos soñado con ganarnos la lotería, creyendo que esa montaña de dinero parecería capaz de resolver todos nuestros problemas y sería la llave a todo lo que siempre hemos deseado.
Lo cierto es que los seres humanos nos acostumbramos a las cosas buenas de manera muy rápida.
Thomas Gilovich, profesor de psicología en la Universidad de Cornwell, explica que cuando tenemos mayores ingresos nuestras aspiraciones lo hacen de manera proporcional.
En otras palabras, los límites de satisfacción que nos puede ofrecer el dinero se vuelven demasiado frágiles y nos colocan en la antesala de consumir más.
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Actualmente, salta al terreno un concepto que busca englobar esta idea: la ‘affluenza’. En términos simples, se refiere a un sentimiento de ansiedad por poseer más. Sí, tener más sin importar que pase.
Matt Walsh en una entrada en The Huffington Post escribe que todo nuestro sistema económico se sustenta en comprar. Y comprar aunque no tengamos dinero.
Los mexicanos no estamos exentos de ello. Nos encanta comprar. Lo cual tiene una consecuencia que se refleja en los altos niveles de endeudamiento y hace que el ahorro y la inversión pasen a segundo o tercer plano en nuestras vidas.
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¿Qué pasa cuando compramos? Thomas Gilovich refiere que al igual que nos acostumbramos rápidamente a tener más dinero, nos adaptamos a las cosas materiales.
Los objetos cuando son adquiridos nos transfieren cierto nivel de placer, mismo que paulatinamente se disipa. Es por esto que comprar la felicidad es virtualmente imposible, ya que se convierte en una carrera contra nosotros mismos que no podemos ganar.
Sin embargo, el profesor de psicología en la Universidad de Cornwell también señala algo relevante: las experiencias marcan mucho más que cualquier bien material.
Si bien es cierto que cosas como las vacaciones, una cena romántica, una noche de juerga se encapsulan en lapsos más cortos, dejan impresiones más fuertes en nuestra psique, al grado que podemos hablar de esas experiencias por días e incluso por años.
Piensa en tu boda o en tu viaje de graduación. Parte de la retribución aún se mantiene, aunque ya sean meramente recuerdos o fotos en un álbum. En cambio, ¿Qué ocurre con el teléfono que adquiriste hace unos días? Muy probablemente pasó de ser “El gadget” a “uno más de mis gadgets”.
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Seguir la ruta del dinero no es lo más óptimo en estos casos, sin embargo Gilovich también propone una solución, simple pero efectiva: “Contar nuestras bendiciones”.
Absurdamente, ver el lado positivo de las cosas nos regresa a un estado donde podemos alcanzar un balance entre lo que buscamos y lo que tenemos, sin subirnos en un expreso sin rumbo.