OPINIÓN: Inflación, la sombra que persigue a un aumento justo del salario mínimo
Nota del editor: Alfredo Coutiño es director para América Latina en Moody’s Analytics. Las ideas expresadas en esta columna son exclusivas de su autor.
(Expansión) — Si el incremento al salario mínimo, por encima de la inflación y la productividad, se da de una sola vez y como medida de corrección, el efecto sobre la inflación también será de una sola vez.
Para evitar una espiral salario-precios, el incremento debe ser de una vez por todas, ya que incrementos graduales a lo largo del año conlleva el riesgo de generar una inercia inflacionaria a través del tiempo.
La propuesta empresarial de aumentar el salario mínimo en 22.3%, de 73.04 pesos a 89.35 pesos en el 2017 no solo ha generado sorpresa sino incluso ha despertado temores inflacionarios. Sin embargo la propuesta es loable por el hecho de que proviene del mismo sector patronal.
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Es una sorpresa precisamente porque la propuesta viene de los mismos patrones encargados de pagar los salarios. Por lo que, el pronunciamiento patronal lleva implícito el reconocimiento de que los salarios en el país han sido siempre castigados y que por lo tanto es hora de corregirlos.
El temor que ha despertado es que dicho incremento va a ser inflacionario. No se puede negar que un incremento salarial de 22% va a obligar a un reajuste de precios de mercancías y servicios, puesto que eleva el costo del factor trabajo. De tal forma que se corre el riesgo de que la pretendida corrección salarial podría resultar pulverizada.
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Sin embargo, el riesgo inflacionario podría reducirse si se toman en cuenta dos factores importantes. Primero, la realidad demuestra que aumentos graduales en precios clave tienden a generar una inercia inflacionaria hacia adelante porque producen una realineación de precios relativos que se vuelve persistente. El caso ilustrativo es el desliz mensual en el precio de los combustibles. Por lo que es recomendable que el aumento salarial se de completo y de una sola vez al inicio del año.
Segundo, el sector empresarial debería aceptar el compromiso de no aumentar precios en la misma proporción que el aumento salarial. De hecho, podría haber un compromiso de solo ajustar precios en una magnitud preestablecida, de tal forma que el resto del costo salarial fuera absorbido por el mismo sector empresarial, y quizá con alguna ayuda de tipo fiscal.
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Bajo estas condiciones, la inflación definitivamente sería mayor en el 2017 pero los precios tendrían tiempo suficiente a lo largo del año para realinearse en la magnitud preestablecida, eliminado con ello la inercia hacia el próximo año. En el 2018, los salarios estarían corregidos, por lo que el incremento salarial estaría nuevamente sujeto a la inflación esperada. Así la inflación de 2018 volvería a su tasa natural de entre 3% y 4%.
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